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COLUMNA

Vacas callejeras

No es el millón de vacas cantadas y contadas en Galicia por el escritor Manuel Rivas. Son solamente 175 vacas las que estos días pastan en Bilbao con motivo del 700º aniversario de la fundación de la villa. Vacas sin el honesto encanto agropecuario de las vacas gallegas, fluorescentes en medio de la noche después de ver pasar a la Santa Compaña. Tampoco honradas vacas encartadas, vacas de Montellano y de Sopuerta como las que añoraba Antonio Trueba mientras vendía tornillos, alcayatas y escarpias en Madrid.

Las de Bilbao son vacas de otra clase. Vacas de artista. Vacas que se convierten por lo tanto, a traves de la firma que les viste, en perfectos animales sagrados. Por eso su maltrato nos ofende y sorprende más que el de los cajeros automáticos o los transportes públicos, cuya vulneración nos es tan familiar. Nos ofende y sorprende el falso iconoclasta que acuchilla a alguna de estas vacas que no huelen a vaca, que no pueden ser vacas.

Porque la identidad vacuna es el olor. Es el olor a vaca que precede y sucede a la vaca lo que la constituye y la convierte en un suceso real. Es la memoria de nuestra pituitaria lo que da forma y peso a la vaca (a la vaca real, naturalmente, estabulada y sometida al test reglamentario).

Estas vacas pintadas no pesan, son huecas y espongiformes. Pueden ser la perfecta metáfora del viejo arte moderno, del moderno arte aftoso. A mí me gustan. Me gusta pasear por la ciudad y encontrarme con ellas mientras leen la prensa, hacen calceta o juegan a la bolsa. Hay que reconocer que decoran lo suyo. Y hay que felicitar al fabricante suizo de las vacas, que se está haciendo de oro a cuenta del invento. El hombre ha roto moldes.

Las vacas pertenecen a la cabaña suiza y sus carcasas clónicas (pura fibra de vidrio) han pastado ya en las ciudades de Zúrich, Luxemburgo, Chicago y Nueva York. 'Que inventen ellos', decía nuestro paisano don Miguel de Unamuno.

Nuestro pequeño y singular país disfruta de una suerte de McDonald's del arte que nos sirve lo mismo una hamburguesa de Andy Warhol que un modelo de Armani. Uno es de donde pace y no de donde nace, deben pensar las vacas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 30 de junio de 2001