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OPINIÓN DEL LECTOR

De Coslada

Tristeza, tristeza es lo que siento al contemplar mi ciudad y ver cómo poco a poco se va deteriorando, se va devaluando, se va despersonalizando. Tras varios años de preocupación, dedicación y participación por parte de vecinos y políticos, habíamos conseguido hacer de Coslada, paso a paso, partiendo de un pequeño pueblo, 'una ciudad para vivir', una ciudad para ser mostrada y contemplada.

Ahora siento tristeza cada sábado, de madrugada, al dirigirme hacia mi trabajo, observando el deterioro al que se la está sometiendo, sobre todo en esas noches de fin de semana, con papeleras arrancadas por aquí, marquesinas reventadas por allá, cubos de reciclaje volcados, su basura esparcida, vasos y botellas rotas en cualquier esquina o parque, jóvenes ebrios orinando en los portales, filas enteras de vehículos de los cuales cuelgan sus retrovisores rotos, farolas y señales tumbadas; vamos, como si acabara de pasar la marabunta o el ciclón de El Niño.

Por todo ello siento tristeza, como cuando leo en la prensa que en esta mi ciudad otro joven ha sido apaleado, atracado o apuñalado. ¿A quién le tocará el próximo fin de semana?

Siento tristeza cuando hablo con mis amigos y me cuentan que su pequeño negocio ha sido robado por segunda vez en lo que va de mes.

¿En qué se está convirtiendo mi ciudad o en qué la están dejando convertirse estos políticos con su incompetencia? ¿Es tan difícil dimitir y reconocer que se ha fracasado? ¿Cuesta tanto dejar el sillón, aunque sea a tan alto precio?

Sigan así, señores dirigentes subidos en su pedestal, haciendo alarde de su nula capacidad, y dentro de dos años, en las urnas, estos sus ciudadanos no volveremos a equivocarnos de nuevo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 2 de julio de 2001