El flamenco tiene mucho de mágico, de misterioso, de trágico. Un antropólogo granadino, Manuel Lorente, productor de conciertos, director de festivales y cantaor él mismo (ha estado en París, en Rabat, en las Antillas francesas) ha buceado en las formas musicales y en el modo de vida de los artistas del cante jondo. Acompañó a Camarón de la Isla durante años, vivió las juergas de los viejos cantaores en Madrid y pudo salir ileso. Ahora acaba de publicar un estudio, Etnografía antropológica del flamenco en Granada, auspiciado por la Universidad de Granada y el Centro de Estudios Etnológicos Ángel Ganivet. Ante todo, defiende una teoría: la tragedia y el dramatismo del flamenco son una catarsis, una liberación.
Pregunta. ¿En dónde radica el corazón del flamenco en Andalucía, dónde está el manantial del flamenco?
Respuesta. En los artistas. Pese al chauvinismo local de algunas zonas, el flamenco no tiene un centro concreto. En Andalucía no hay una unidad étnica. Cada pueblo tiene sus propios usos identitarios del flamenco. Un fandango es diferente en cada sitio. El flamenco tiene aportaciones de muchos lugares diferentes, y cada uno aporta lo suyo. El flamenco no es local, es muy plural.
P. Muchos han hablado del duende, pero, ¿qué es el duende?
R. Como relataban muchos periodistas antes, el duende es que se salten las lágrimas, que se erice el vello, que te den escalofríos. Eso viene de la dramatización de la fatalidad. En el flamenco se dramatiza la tragedia para ponerla a cierta distancia y verla de lejos. Eso sirve de catarsis. Esa cosa inefable libera... El flamenco es un arte poblado de misterio.
P. ¿Por qué es tan trágico?
R. Porque está inmerso, desde un punto de vista antropológico, en las culturas del sufrimiento. Es como los rituales religiosos, como la Semana Santa, o el arte barroco, esos Cristos de enorme dolor... Es una respuesta a la transgresión social, que siempre implica un castigo. El flamenco se caracteriza por la lamentación y la exageración. Cuando descarga esa energía negativa, se libera.
P. ¿Dónde se hace el artista flamenco?
R. Tradicionalmente, en la juerga, que era donde se podía escuchar a los maestros. Hoy, Madrid, por ejemplo, es uno de los grandes centros, porque allí acuden todos los artistas, cada uno con su estilo, y de todos se aprende, de esa pluralidad.
P. ¿Por qué entraron las drogas, tan ajenas culturalmente, al flamenco?
R. Porque siempre ha existido la cultura del dispendio. El más reconocido, el más prestigioso, es el más 'rumboso', quien más dispendia. Las drogas fueron en su momento la exhibición de ese dispendio. Un dispendio cuya máxima expresión es el derroche de la propia vida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de julio de 2001