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OPINIÓN DEL LECTOR

El 24 de junio

estuve en una manifestación que era una auténtica celebración de la solidaridad, un hermanamiento entre culturas y generaciones. Hacía sol y los padres, las madres, llevaban a sus bebés para defender el tipo de mundo que desean para su futuro. A la cola de la manifestación se sumaron los indeseables de costumbre: los que se tapan la cara porque no se sienten orgullosos de lo que hacen. Empezaron a hacer destrozos mientras los participantes les recriminaban su actitud y les recordaban el carácter no violento de la concentración. No eran más de 30. Había un dispositivo policial de más de 1.000 agentes y nadie les detuvo. Se prefirió esperar a que el vandalismo fuese a más y así poder hacer una carga generalizada. ¿Me puede decir por qué, señora García-Valdecasas?.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de julio de 2001