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TRIBUNA

Por el contrato de unión civil

Las organizaciones de gays y lesbianas han emprendido una campaña que exige reformas legales que permitan el matrimonio entre homosexuales. Cataluña, la primera comunidad de España que aprobó una ley para regular las parejas de hecho, ha sido también la primera en debatir a fondo esta reivindicación, aunque el bloque de centro derecha formado por Convergència i Unió (CiU) y el Partido Popular (PP) impidió que prosperara una moción en el Parlament que hubiera trasladado automáticamente el debate al Congreso de los Diputados, el único lugar donde puede reformarse el Código Civil. El portavoz del Partit dels Socialistes (PSC), Miquel Iceta, él mismo un activista gay y con pareja estable desde hace años, apeló desde el atril a la conciencia de los diputados, pero fue en vano. CiU y el PP consideran que aún no ha llegado el momento y que el camino es fomentar leyes para regular las parejas de hecho.

Se nos preguntaba recientemente: ¿Creemos que las personas homosexuales han de tener los mismos derechos que las heterosexuales? ¿Consideramos que sus relaciones de pareja han de tener el mismo respeto y consideración que las demás? Para el Partido Popular la respuesta es clara y contundente: sí.

La plena equiparación de derechos de los homosexuales es un mandato constitucional y una exigencia para quienes creemos que las personas somos iguales en derechos, pero sobre todo somos iguales en dignidad.

Afirmar que la Constitución excluye el matrimonio entre personas del mismo sexo no quiere decir que no deban ser reconocidos y amparados legalmente sus derechos. Porque una cosa es equiparar efectos, haciendo desaparecer cualquier forma de discriminación, y otra es equiparar situaciones.

En este sentido, sorprende la interpretación que se quiere hacer del artículo 32 de la Constitución. Desconozco en qué fundamento jurídico, interpretativo o gramatical se fundamenta tal afirmación porque si se hace algo tan sencillo como repasar los debates constitucionales se puede comprobar que hubo una propuesta del senador Lluís Maria Xirinacs para incorporar esta previsión que ahora se esgrime. Y no prosperó.

El Contrato de Unión Civil que propuso el Partido Popular para llegar a la equiparación de efectos entre las uniones homosexuales y heterosexuales se fundamenta en los principios de no discriminación, libertad, seguridad jurídica y derecho a la intimidad. En él se establece el marco legal que posibilita formalizar las relaciones afectivas de personas mayores de edad que deciden constituir una comunidad de vida, que permite dar respuesta a las nuevas formas de convivencia y especialmente a las personas que siendo homosexuales optan por vivir juntas sin poderse casar. Éste es el modelo de regulación aprobado recientemente en Francia y que está en vigor en Australia desde el año 1994.

Defendemos por convicción y porque es una exigencia democrática básica la no discriminación, sin confundir determinadas instituciones de derecho con los derechos de las personas. Por esta razón reprobamos con toda rotundidad la violación de derechos humanos que todavía sufren en 70 países, según indica un reciente informe de Amnistía Internacional, las personas homosexuales.

Dolors Nadal i Aymerich es portavoz del PP en el Parlament.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de julio de 2001