Era de los que veía inconveniente la propuesta de la Diputación de Valencia, que acaba de acometer un plan de saneamiento de sus cuentas, para colocar nuevas señalizaciones turísticas con un coste multimillonario. En el caso de Alfara del Patriarca ya era suficiente, entendía, la instalación que en su día hizo la Agencia de Turismo de una especie de peirons laicos con unos pictogramas de los atractivos de mi ciudad. Tras leer el artículo del profesor de la UNED de Alzira y, en otro tiempo, representante valenciano en el Congreso, he comprendido que lo que necesita mi ciudad son unas venerables reliquias de Malcom Lowry, con su tecas selladas por una autoridad en la literatura o en la destilación alcohólica. Con el tiempo y los donativos de los visitantes elevaremos un mausoleo que compita con otras sixtinas que aparecen en las guías azules de Hachette. Será una reedición de los esfuerzos de los monasterios medievales por poseer los más grandes trozos de la cruz de Cristo. El pueblo que no tenga su Lowry se quedará a pan y agua lejos del turismo de calidad.Y no es plan que la demagogia de algunos nos lleve a quedarnos sin esta señal que tantos beneficios puede traer a alguien.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de julio de 2001