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FÚTBOL | El traspaso más caro de la historia

Negocio

El fichaje de Zidane por el Real Madrid supone un giro radical en la relación de poder del fútbol. Por primera vez desde el traspaso de Maradona al Nápoles, una estrella indiscutible -en este caso el jugador más popular del mundo- ha abandonado Italia para establecerse en un club español, con lo que eso significa de prestigiosa conquista para el Madrid y, por extensión, para la Liga. Hubo un tiempo en el que nuestro fútbol era el faro de Europa, iluminado por genios del calibre de Di Stéfano, Cruyff y Maradona, cada uno de los cuales marcó una época. Pero en los últimos 15 años, España había aceptado un papel subsidiario con respecto a Italia, lugar de destino de los astros consagrados. El fugaz paso de Ronaldo por el Barça sólo sirvió para constatar esta realidad. Una vez convertido en el mejor futbolista del planeta, Ronaldo saltó inmediatamente al imbatible mercado del calcio. Imbatible hasta que el Real Madrid decidió pagar 13.000 millones por Zidane.

Lo más socorrido es abrumarse por la colosal cifra del traspaso, hasta considerarla obscena, lo mismo que se consideró indecente el millón de dólares que el Barça pagó por Cruyff o la cuantiosa cifra que se desembolsó por Maradona. Los mismos argumentos que se utilizan ahora con Zidane, se esgrimieron en los años setenta y en los ochenta. Por lo tanto, no hay novedad alguna en este asunto: se mantiene una retórica de tipo piadoso, probablemente relacionada con los tiempos en los que el fútbol era una actividad apenas profesional, practicada por gentlemen con calzones largos. Pero la realidad es diferente. El fútbol se alejó hace décadas de su raíz amateur para transformarse en un formidable aparato mercantil, sostenido por las mismas reglas que condicionan la industria del espectáculo. No hay esencialmente nada que distinga al fútbol del cine, por citar a los dos mayores tinglados del entretenimiento.

La consideración del fútbol como una actividad casi familiar, ligada a mitos preindustriales, es un error y una falacia. Ese mundo se desvaneció hace mucho para dejar sitio al negocio, al comercio y al riesgo, con todo lo bueno y lo malo que ello significa. En cualquier caso, resulta inadecuada tanta prevención, tanto gimoteo, contra una estructura decididamente mercantil. Si no sucede lo mismo en otras áreas económicas, ¿por qué debería suceder con el fútbol? Otra cosa es permitir que el fútbol lleve una doble vida, la que ventajosamente le sirve para aparecer como un negocio cuando quiere y como honorable vehículo deportivo cuando le da gana. Ese ventajismo intolerable es el que sirve para hablar del marco específico del fútbol, o lo que es igual, para actuar con patente de corso y no respetar leyes laborales, administrativas y económicas que son de obligado cumplimiento.

Desde que Silvio Berlusconi integró al Milan en su cadena empresarial, o desde que Rupert Murdoch salvó a Sky Television con la compra de los derechos de la Liga inglesa, se sabe que el fútbol es negocio o negocio, y a veces un mal negocio. Muy probablemente, la contratación de Zidane por el Madrid tendrá éxito en todos los aspectos. En el futbolístico, porque se trata de un jugador más que probado como estrella, y en el económico, porque las posibilidades de amortización del fichaje serán infinitamente mayores que las de sobrevalorados futbolistas de medio pelo. Los Bulls de Chicago desearían fervientemente volver a pagar 40 millones de dólares por temporada a Michael Jordan -el hombre que les dio títulos y beneficios incalculables- antes que sobrevivir miserablemente con la recua de malos y caros jugadores que les ha llevado al desprestigio actual. De este material está hecho el deporte profesional y, muy especialmente, el fútbol. En el Madrid, lo saben muy bien.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 10 de julio de 2001