Desde hace ya años, algunas zonas del parque del Retiro son zonas de tráfico de drogas. Desde hace tiempo, los ciudadanos hemos sido expulsados de estas zonas por la pasividad de todos. Y no será porque no hay presencia policial: ésta es regular; hay coches, motos y policía montada. Supongo que sirve para controlar que el tráfico de drogas no exceda ciertos límites o para que se impida cierta violencia que pudiera desatarse entre camellos o entre éstos y sus clientes.
Lo que yo me pregunto es por qué debemos los ciudadanos resignarnos a esta invasión, por qué tenemos que dejar de gozar del parque con nuestros hijos, por qué hay que pasar al lado de grupos numerosos de traficantes y tolerarles. ¿Qué clase de sociedad estamos construyendo que es incapaz de defenderse de este terrible mal, destructor de voluntades y semilla de violencia y destrucción?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 10 de julio de 2001