No es de extrañar, si admitimos que las iglesias se escapan al cumplimiento de toda reglamentación contra incendios. Allí donde suele haber llama (velas y calefacción por gas) y carga térmica importante (bancos e imágenes de madera, etcétera), ni un extintor, ni una BIE, ni un detector. Ni un cubo de agua lleno. Nada. Y la instalación eléctrica ¿estará en condiciones? No será al menos por colillas. ¡Qué tranquilidad!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 10 de julio de 2001