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COLUMNA

El grado cero de expresividad

Lo mínimo del minimal se refiere no sólo a la reducción extrema de lo expresivo, sino, en general, de toda contaminación antropocéntrica del objeto; esto es, la producción de objetos artísticos que tratan de liberarse de la forma humana convencional de percepción y, sobre todo, de emoción. Algo así, en suma, como el grado cero de expresividad, o, si se quiere, como el colmo de la 'higienización': nada de huella manual ni psicológica. El término minimal lo usó por primera vez Richard Wolheim en el año 1965, en relación con las obras que se realizaban desde comienzos de dicha década a la sombra del arte pop y la abstracción pospictórica. En este sentido, se suele considerar el minimalismo como la culminación del movimiento moderno, según el canon creado al respecto por su sumo sacerdote, el crítico estadounidense Clement Greenberg, obsesionado por alcanzar la esencia de lo artístico como decantación de un objeto sin cualidades no digo ya literarias, sino hasta casi físicas. En principio, fue un movimiento dominado por escultores, como Donald Judd, Carl Andre, Dan Flavin y Sol LeWitt, pero que también contó con pintores, como Robert Ryman, Bruce Marden, Robert Mangold y otros, aunque es difícil separar lo pictórico y lo escultórico en esta nueva dimensión de pureza artística casi estereométrica. En cierta manera, se comprende que este reduccionismo, junto con el simultáneo del arte conceptual, literalmente dejaran al arte sin objeto y, como es difícil terminar con los objetos, pusieran punto final a la vanguardia.

En realidad, a pesar de su radicalismo, el minimalismo tiene raíces en la vanguardia histórica, como casi todo el arte producido después de la II Guerra Mundial. Se citan como antecedentes, por un lado, a los constructivistas rusos, y por otro, al rumano Constantin Brancusi; este último, por la extraordinaria pureza pulimentada de sus superficies, así como por la importancia que otorgaba a la base como entidad autónoma. También hay una estrecha relación del minimal con la abstracción geométrica y el neoplasticismo. Sin embargo, fue la obsesión de los pop por neutralizar todo elemento expresionista del signo artístico y por acabar con la idea de la manufacturación artística la que condicionó el surgimiento de este movimiento terminal. La idea de módulo y serie constituyen ejes vertebrales de la creación minimalista, que se piensa en un espacio al margen de las perspectivas artísticas tradicionales.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 11 de julio de 2001