El currículo de Manuel Batista, de 48 años, es amplio: farmacéutico, cantaor, comentarista de radio, concejal delegado de Cultura del Ayuntamiento de Moguer (Huelva) por el PSOE y presidente de la Peña de Cante Jondo de Moguer. Pero él se define, sobre todo, como un estudioso y un impulsor del flamenco. El próximo sábado se celebra el 27º Festival de Cante Flamenco de Moguer, con la participación de Carmen Linares, Manuel Agujetas y Alonso Núñez Rancapinos, entre otros, en homenaje a Fosforito.
Pregunta. ¿En qué va a consistir esta velada flamenca?
Respuesta. Este festival siempre ha tenido un formato semejante. Abarca las tres facetas del arte flamenco: el cante, el toque y el baile. Serán, un año más, cuatro horas inolvidables de flamenco.
P. ¿Qué tipo de flamenco defiende usted?
R. Desde el respeto a los nuevos valores que se pretenden implantar en el flamenco, yo soy un decidido defensor del cante eterno, del flamenco que ha perdurado durante 250 años, desde que surgió. La investigación, la innovación, los nuevos caminos, se abren una vez conocido lo antiguo. Camarón de la Isla conoció al detalle el flamenco básico y desde ahí rompió fronteras, pero siempre desde la defensa de la tradición. El flamenco es un arte intemporal porque está ligado al ser de la persona, al vivir cotidiano.
P. ¿Cuáles son, en su opinión, las mejores voces del flamenco actual?
R. En la velada, nosotros vamos a homenajear este año a Antonio Fernández Díaz, Fosforito, un hombre que lo ha dado todo por el flamenco, con una voz ya deteriorada por el paso del tiempo, pero que sigue vigente. Una referencia. Junto a él, vivo, está el maestro Chano Lobato, un hombre lleno de esa gracia, de esa inagotable fuente de inspiración que le da su Cádiz natal. Y Carmen Linares, una autodidacta que, con estudio, se ha situado con su voz flamenquísima en primera línea. Y están Manolo Mairena y Pansequito del Puerto. Muchos.
P. ¿Qué se precisa para sentir el flamenco?
R. Haber nacido en este entorno, haber apreciado los valores de esta tierra y haberlos sabido querer e interpretar. El arte flamenco está muy ligado a la tierra que lo parió. El flamenco nació en el triángulo comprendido entre Cádiz-Sevilla-Huelva, con epicentro en Jerez y Cádiz. El flamenco sale de una serie de mezcolanzas sociales y étnicas. Y de la tierra. El paisaje condiciona el paisanaje. Esa amalgama dio como fruto un cante intimista que, en principio fue secreto, de unas pocas familias, que lo dominaban y tenían para sí. A final del siglo XVIII, el flamenco comenzó a darse a conocer al exterior. El flamenco es una forma de entender la vida, de pensar, de comportarse, de relacionarse y de escuchar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 12 de julio de 2001