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Crítica:ESTRENO | 'Planes de boda'

Azúcar soso

La estrella de Jennifer Lopez, que sube en popularidad, se resiente profesionalmente de una base filmográfica corta y poco convincente; y da la impresión de que en su entorno hay prisa por sacar el jugo a una mujer hermosa y fotogénica, pero como actriz aún inexperta y con una gama de recursos expresivos poco trabajada, insuficientemente afinada. Y ahora le ponen en bandeja el embolado de una comedia a la medida, lo que es un arma de doble filo, pues el juego que le proponen es tan superficial, facilón y almibarado, que por airosa que ella salga del regalo éste no elevará la altura de su oficio.

Planes de boda es una comedia que arranca de un juego de azares, básico en la comedia clásica, bien medido y desencadenado. Pero el (sobre el papel) gracioso artificio de un personaje paradoja -una mujer que se gana la vida organizando cursilonas ceremonias de bodas, pero que no logra encarrilar su vida amorosa y, cuando una noche cree haberlo hecho, descubre que se ha enamorado del que va ser novio en la boda ajena que ha organizado para la mañana siguiente- se convierte, a medida que va construyéndose, en un tinglado contagiado por la vaciedad, el almibaramiento y la cursilería sobre la que ironiza, convirtiéndose la prometedora comedia inicial en una estragante tarta, en un soso empacho de mal azúcar.

PLANES DE BODA

Director: Adam Shankman. Guión: Pamela Falk. Intérpretes: Jennifer Lopez, Matthew McConaughey, Bridgette Wilson-Sampras, Justin Chambers, Judy Greer, Alex Rocco. Genero: comedia. Estados Unidos, 2001. Duración: 102 minutos.

No hay en este empalagoso resbalón, aunque la poco imaginativa guionista y el inexperto director intentan convocarlos, ningún eco vivo de La boda de mi mejor amigo, Notting Hill y otros firmes peldaños de la escalada de Julia Roberts a su cumbre actual. Pero hay, eso sí, ecos muertos a patadas. Por ejemplo estamos ante una comedia loca sin la menor trepidación de desmelenamiento, de locura; y ante una ironización sin malicia, sin astucia ni sabiduría, de memeces ambientales de la vida de burguesa de cualquier lugar, que salen reforzadas de esta (más pobre cuanto más avanza) visión tonta de la tontería.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de julio de 2001