Soy un vecino de la plaza de Salvador Dalí y, como otros muchos, me he visto sorprendido por su decisión de reconstruir el Palacio de Deportes. Por cierto, de esto último sólo tenía el nombre, ya que, aparte de los partidos de baloncesto jugados por el Estudiantes, todo lo demás era concierto tras concierto. Por tanto, cuando lo reinaguren háganos el favor de denominarlo por su verdadero nombre: Palacio de la Música, a veces rockera blanda. Pero ¿no ha tenido usted en cuenta que este edificio se encuentra muy metido en la ciudad, en una zona eminentemente comercial que lo deja ahogado como una isla en medio de grandes núcleos urbanos y, como he dicho, comerciales?
Los vecinos habíamos llegado a soñar con que usted tendría en cuenta nuestros deseos y necesidades. Lo más lógico sería construir un polideportivo más pequeño, del que tan necesitado está el barrio, dotado de piscina, pista de baloncesto, pádel,... Un lugar en el que nuestros jóvenes encuentren distracción en vez de andar de un lado para otro por la plaza sin saber qué hacer. Esto sería lo deseable pero, claro, no da el dinero que proporcionan los conciertos a los que parece usted tan aficionado. Las molestias que esta clase de actividades nos da a los vecinos parece ser que le importan a usted muy poco.
¡Qué verdad es aquello de Quevedo de 'Poderoso caballero es don dinero'! Vengan conciertos y los vecinos a callar. Señor Ruiz-Gallardón, en este preciso momento le anuncio que en las próximas elecciones usted va a contar con muy pocos votos en este barrio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de julio de 2001