Los Planetas y Roca Arena
Jardines de Viveros. Valencia, 12 de julio de 2001
El grupo granadino Los Planetas surgió sobre el escenario envuelto en humo, mientras una letanía de efectos sonoros y ruidos daba la bienvenida a los asistentes. Ruidos galácticos, luces tenebrosas y cierta sensación de asfixia. Todo muy acorde con el tono agónico y sombrío (y esa magnífica estética de corte futurista) de su último trabajo discográfico: el memorable Unidad de desplazamiento. Todo, también, sofocante y desmesuradamente exagerado, tirando a épico y oscuro. Primer acierto: abrir con una lectura de infarto de La caja del diablo (un caramelo envenenado procedente de su primer álbum, Super 8, pero convenientemente actualizado y robustecido) tiene sus riesgos: parte del público podía haber salido despavorido (sí, a estas alturas del guión, todavía se vieron algunas -pocas, eso sí- caras de sorpresa y de no entender nada de nada) antes de que la banda pusiera patas arriba el recinto con clásicos de su repertorio más accesible como La playa, Cumpleaños total, Un buen día, Nuevas sensaciones o David y Claudia. Siguiente acierto: el grado de profesionalidad alcanzado por el grupo no ha afectado a su actitud ni, afortunadamente, ha servido para domesticarles. Basta con observar la pose desganada, casi autista, y de vuelta de todo que exhibe J. Rodríguez para comprobar que nada ha cambiado. O, si acaso, lo que ha inevitablemente ha cambiado ha servido para mejorar sustancialmente el producto final. La frescura de antaño y esa sensación de riesgo que presidía sus conciertos años atrás se ha volatilizado para dejar paso a unos shows compactos, sólidos y sin parangón en la actual escena alternativa nacional. No ha desaparecido el caos, sólo se ha transformado. El de ahora es un caos más controlado y, sin duda, mucho más efectivo. Y es que, hoy por hoy, Los Planetas son, probablemente, tanto en estudio como en directo, la mejor banda de rock española. Su legión de fans (cada vez más numerosa) estará de acuerdo, claro; pero es que ante semejante exhibición de talento (con interpretaciones tan sublimes de piezas como De viaje, Brigitte, Mi hermana pequeña, Segundo premio o Mi hermana pequeña) lo único que puede hacer cualquier aficionado al rock más emocionante y abrasivo es disfrutar y, acto seguido, quitarse el sombrero.
Más difícil lo tuvieron los alicantinos Roca Arena. Les tocó torear en una plaza que no era la suya y, al final, salieron por la puerta de atrás. Su rock urbano sonaba correcto, pero pelín trasnochado (¿alguien recuerda a Topo o a los Viceversa de Joaquín Sabina?) y, sobre todo, muy fuera de lugar. Tanto como los peculiares comentarios con los que el líder de la banda, el actor Adán Rodríguez, pretendía animar a la audiencia: 'Esto es una Rickenbacker de 1969', dijo mientras mostraba su guitarra. '¿Y sabéis para qué está preparada? ¡Para que mováis el culo!', añadió. Los seguidores de Los Planetas no parecieron entender ni el chascarrillo ni su música y, así las cosas, prefirieron reservar sus aplausos más entusiastas para el momento en el que Roca Arena anunciaron su despedida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de julio de 2001