Desde aquí vaya mi gratitud a Vicente Molina Foix por su artículo Rebaños en un tren (10 de julio de 2001), y como él, me declaro un decidido partidario de segregar a esa panda de locuaces-compulsivos usuarios del teléfono portátil, instrumento último de inmadurez posmoderna, del resto de viajeros del tren. Sus cancioncillas y sus conversaciones fútiles no hacen más que contaminar el ambiente e impedir que podamos utilizar este maravilloso medio de transporte, además de para viajar, para pensar en lo divino y lo humano mientras contemplamos el variado paisaje de nuestro país.
Sólo me queda decirle al señor Molina Foix que el metro de Madrid es el siguiente espacio amenazado. El señor Ruiz-Gallardón, tan dado a la modernez (ya ha colocado televisores en los andenes), va a instalar un sistema que permitirá utilizar este odioso -por mal utilizado- artefacto también en el metro. ¿Queda algún sitio donde refugiarnos?-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de julio de 2001