Te birlan tu castillo y te levantan su absoluto palacio, te traspasan a su dios Panoramis y a su diosa Urbana, te rajan en canal los Onos de turno y exhiben tus entrañas, te gasifican y te ahogan, te resquebrajan y te mueren tu corazón, te ocultan con lonas tus tesoros y te empachan de edificios horteras, te penetran decibélicos camicaces de 49 cc, te rebosan de mugre, te mean en tus rincones, te adornan rancia y kitch, y te convierten gris y marrón y no ya blanca ni azul.
¿No ves Alicante que sólo te utilizan para celebrarte, procesionarte, verbenearte, petardearte y torearte, y dejarte morir desasistida mientras se retiran a sus verdes y blindadas afueras? ¿Vives aún, Alicante?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de julio de 2001