El 27 de junio, día de la Patrona de la Sanidad Militar, en el Hospital Militar de Sevilla, cuando a las siete de la mañana empezamos a llegar al centro, los trabajadores nos encontramos con el hospital tomado por militares del propio hospital, policía militar de fuera y vigilantes jurados de una empresa privada.
El director del hospital tenía conocimiento de que nos concentraríamos en las escaleras de entrada a la hora del bocadillo, como todos los miércoles desde que empezó el conflicto. Es cierto que ese miércoles coincidía con el día de la patrona, pero la intención de los trabajadores era hacer la concentración desde las 10.30 a las 11.30, en protesta por la posible venta del Hospital Militar a una empresa privada y a favor de que dicho hospital sea traspasado a la Junta y sea utilizado por todos los usuarios de Sevilla y que deje de estar infrautilizado como hasta ahora, con 80 camas ocupadas y unas 300 vacías, mientras los demás hospitales de Sevilla siguen con camas en los pasillos y largas listas de espera.
La sorpresa de los trabajadores no quedó ahí, pues al intentar entrar se les prohibió el acceso al interior, alegando las fuerzas militares que si no venían con traje y corbata para la patrona no podrían hacerlo. La sorpresa iba siendo mayor. Cuando había en la puerta muy pocos trabajadores a los que no dejaban entrar, aparecen en escena media docena de vehículos antidisturbios.
En las azoteas del hospital y en las casas cercanas había soldados vigilando no sabemos qué. A los familiares que venían a visitar a los enfermos se les impedía el acceso; si se ponían pesados los acompañaban y entraban por la puerta trasera del hospital, porque en la puerta principal habían montado el chiringuito, con banda de música incluida. Banda que no entendemos cómo la dirección del hospital permite que toque en las escalinatas de acceso, con la consiguiente molestia para los enfermos hospitalizados.
El 27 de junio el hospital fue tomado en plan golpista, despreciando la democracia, la Constitución, el derecho de los trabajadores, de los enfermos y de los familiares de los hospitalizados.
Cuando algunos delegados sindicales, ejerciendo sus derechos, consiguieron entrar, fueron vigilados muy de cerca. Los trabajadores que vinieron a la concentración de todos los miércoles, al no poder entrar en su centro de trabajo a manifestarse como todas las semanas anteriores, se concentraron en las puertas exteriores del hospital, en las que estuvieron vigilados por una dotación de antidisturbios como si de delincuentes se tratara. Incluso hubo una carga policial en la que intentaron detener a un compañero.
Hacemos responsable de todo lo ocurrido al director del hospital, señor José Luis Pérez Piqueras, general del ejército democrático español, aunque actuó como un dictador.
Desde CGT pensamos que el dinero público debe emplearse para el uso de todos y no para que unos pocos, el día 27 de junio o cualquier otro, tengan a una empresa de seguridad, a los soldados del hospital y a una dotación de antidisturbios y todo para que unos pocos se hartaran de gambas y cerveza a costa de los impuestos que pagamos todos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de julio de 2001