Todo son excusas, no hay dinero para compensar a las concesionarias, las empresas tienen que rentabilizar sus inversiones, etcétera. Pero la única realidad es que los ciudadanos pagamos por el uso de las infraestructuras.
Yo no soy más que un usuario, uno de los muchos que pagan sin quejarse. Pero eso no significa que interiormente no piense que están abusando de mí, de los barceloneses y del resto de catalanes.
No existe ninguna vía rápida de acceso a la capital exenta de pago, y hay muchos trabajadores que viven en las afueras y deben dedicar parte del sueldo a abonar el peaje de las autopistas que les permiten llegar a sus obligaciones en un espacio de tiempo razonable.
Creo que la Administración debería eliminar los peajes, y si no puede, tendría que encontrar soluciones alternativas, como podría ser suprimir el pagos en los primeros 40 kilómetros de entrada y salida de Barcelona o instaurar unos pases gratuitos para los usuarios diarios.
De todas maneras, no soy yo quien debe proponer soluciones, sino los mandatarios, y deben hacerlo pensando en los consumidores y no en las grandes empresas, que supongo que los tienen maniatados. Las infraestructuras deberían ser asistencias para los ciudadanos, no un lujo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de julio de 2001