Llevo 35 años viviendo en España. Me encanta este país y me he acostumbrado a todo, todo menos la falta de respeto hacia los animales. No llegó a comprender por qué muchos españoles no pueden divertirse sin hacer daño a un animal. En este país hay miles de posibilidades para divertirse; buen clima, playas y montañas, bosques y desierto, amplias ofertas culturales (afición a los deportes sí hay), discotecas y cines hay en los pueblos más pequeños. Pero hay que hacer sufrir a un animal para estar a tope.
También se defienden los aficionados con que si no hay toros y fiestas, no habrá toros de lidia. Tampoco hacen falta, como dice mi hija: ya no hay dinosaurios, y no pasa nada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de julio de 2001