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TRIBUNA

El pegote de Mitre

Las obras del túnel de Mitre, inaugurado hace apenas dos años, que han pasado entre continuas quejas de vecinos y conductores, pone sobre la mesa un debate: ¿cuánto tiempo tiene que durar una obra pública? ¿Tiene sentido que en dos años ese túnel, pero también los del resto de la Ronda del Mig, haya estado casi perpetuamente en obras? ¿Por qué pasan estas cosas, que además tienen como correlato que se disparen los presupuestos iniciales? En el caso de Mitre, la obra inicial iba a costar unos 2.200 millones de pesetas y resolver el tráfico de la zona. Dos años después, ha costado el doble y el Ayuntamiento de Barcelona asume que en determinados momentos del día los atascos están garantizados.

El guión de la historia de la actuación municipal con relación al túnel de Mitre parece estar escrito por un equipo de fantasiosos y alocados guionistas sin otra pretensión que tener entretenidos a los ciudadanos de Barcelona durante más de tres años.

Hasta aquí se podría opinar si el guión es bueno o es malo, si nos gusta la obra o no nos gusta, si ha resultado útil o inútil para la movilidad de la ciudad, si su génesis obedece más a intereses privados o al interés público. Pero cuando lo que hay en juego es una utilización responsable o irresponsable de los recursos públicos, cuando hay una absoluta y flagrante carencia de cumplimiento de las promesas electorales, cuando se pone en duda la credibilidad de la institución del Ayuntamiento de Barcelona, cuando se firman convenios y acuerdos con los vecinos que después no se cumplen, cuando se tolera que miles y miles de ciudadanos pasemos cada día por el túnel de Mitre sin las medidas de seguridad adecuadas, es evidente que nos encontramos frente a una grave irresponsabilidad.

Cuando todo esto pasa es que el guión querido o sobrevenido de las obras del túnel de Mitre no responde a lo que tiene que ser una intervención en el espacio público desde cualquiera de los puntos de vista: desde el de la participación ciudadana, la planificación de la obra, la solvencia del proyecto, la calidad de la ejecución de la obra y la capacidad de calcular el coste de las obras.

El túnel de Mitre en su primera concepción tenía un presupuesto inferior a 1.000 millones de pesetas. Después de las intervenciones de este verano, la cifra se habrá multiplicado por cinco. Y esto pasa sin que ningún responsable municipal, ni político ni técnico haya reconocido que se han equivocado.

En un país normal, ninguno de los responsables políticos que hacen de técnicos y de los técnicos que hacen de políticos continuaría en su sitio, y aquí lo que hace el alcalde Clos es premiarles con nuevas áreas de responsabilidad. ¿Hasta cuándo esta ciudad tendrá que sufrir los caprichos de una programación de obras hecha exclusivamente por intereses electorales?

Jaume Ciurana Llevadot es portavoz del grupo municipal de CiU en el Ayuntamiento de Barcelona

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 29 de julio de 2001