Entusiasmos
Sólo la circunstancia de que El Apartamento, de Billy Wilder, y Ocho y medio, de Federico Fellini, fueron protagonizadas cada una a su manera por dos sujetos de la catadura de Jack Lemmon y Marcello Mastroiani permite agrupar en la memoria un par de acontecimientos únicos en la historia del cine, sin la que nuestra memoria estaría mutilada para siempre. El otro día pasaron en una tele La dolce vita, esa peli enorme donde Marcello está guapo hasta marear, en la que hay la escena gloriosa del encuentro entre el protagonista y su padre. Una escena de casi quince minutos en la que figura todo lo que siempre quisimos saber sobre la relación entre hijos maduros y padres ancianos sin atrevernos a preguntarlo. Nada de chistecitos a lo Woody Allen, porque esto va en serio. Un talento sin medida, una cordialidad abrumadora, un entusiasmo tan certero como imposible de colocar en el mercado mediático de las bienales de mercadillo.Académicosde la 'legua'
La necesidad política de crear una Academia Valenciana de la Lengua no debería bastar para que su conformación sea también política antes que otra cosa. No es preciso repasar el historial de cada uno de los académicos para albergar serias dudas respecto de las posibles aportaciones a la institución de un tal Juan Lladró, de profesión sus figuritas de porcelana, quien tiene declarado su absoluto desinterés por toda lectura que exceda los límites de la autoayuda empresarial, o de un Gil-Albors para el que los críticos con la obra de Escalante son una pandilla de pseudointelectuales y cuyo único mérito para el cargo es haber dado tristemente la cara al frente de Teatres por interpósita persona. El misterio es que esos y otros personajes no hayan declinado la oferta entre vivas muestras de indignación ante la pobreza de sus merecimientos.Tiempo de verano
Es posible que la felicidad -si esa taimada sensación existe- no sea más que una sucesión de instantes sencillos de bienestar adornados de una cierta intensidad. Volviendo de Alcossebre el otro día, la tarde dominguera llena de sombras fértiles los montes de Benicàssim mientras rodamos por la autopista y Carlos comenta algunas cosas de arquitectura ante mi atención flotante o Pura distrae a Luis en el asiento de atrás, donde Carla observa el sueño tranquilo de Julia. ¿De qué misterio genital desciende la hermosura de sus párpados plegados? Suena Winston Marsalis a la misma velocidad del coche, sólo nosotros y las montañas permanecemos inmóviles en apariencia mientras todo se desliza a nuestro alrededor y únicamente ojos y oídos parecen persistir en una vigilia indolente. Un tímido instante de plenitud inmerecida, la torpe seguridad que tiñe los huesos fláccidos de una cierta y rauda calma.Las cenizas de Génova
Se ha podido ver en todas las televisiones del mundo. No ya los certeros disparos de un joven recluta a la cabeza de un joven antiglobal, con resultado de muerte, sino también esa brutalidad innecesaria que lleva a un maduro policía a golpear con su porra a una muchacha vestida de blanco que antes de desplomarse hacia delante es incorporada muy a su pesar por el rodillazo que otro policía -por cierto, algo gordito- le propina en un astuto movimiento de abajo arriba, de modo que la chica se desploma finalmente hacia atrás, como un grotesco títere de cachiporra, y su cabeza astilla el adoquín sin asfalto antes de aureolar de sangre oscura el furioso desorden de sus rubios cabellos estrellados. Más que de la descripción de un combate, se trata -me parece- de una variante contemporánea de la famosa ley del intercambio desigual.Septiembre está cerca
Lo bueno de saber que septiembre volverá antes o después es que entonces la programación televisiva será un poquito menos pasmosa de lo que ofrece en el raquítico verano. El otro día, en nuestro canal autonómico, donde cualquier atrocidad tiene su sitio, una incombustible María Abradelo presentaba uno de esos temibles espacios en los que cantan un puñado de desconocidos deseosos de saltar al estrellato. Un aspirante destrozaba a conciencia Soy un truhán, soy un señor, autobiografía incompleta de Julio Iglesias, acompañado de uno de esos cuerpos de baile que -como ocurre tantas veces en la danza contemporánea de creación de danza contemporánea- imitan en vano a las entusiastas animadoras deportivas, y el resumen de ese subrayado exento de toda pretensión cómica es que resultaba más hilarante que el divertido homenaje a esa canción en el Manicómic de El Tricicle.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 30 de julio de 2001