Los estafadores tienen que robar a la derecha: la izquierda no tiene nada. Para hacer víctimas de derechas hay que serlo también. No va uno a robar a la Guardia Civil, los curas, la Armada y a otras personas bien pensantes si no es con un pedrigrí de la derecha; mejor franquista. Para ello la derecha tiene que hacer una democracia consecuente, en la que pueda infiltrar personas de confianza, incluso capaces de dimitir. Hay una democracia legal, o incluso legítima, o legitimada, que no tiene que ver con la democracia moral o ideal o ideológica más que en los usos del idioma o sus maneras semánticas. Algunas pueden tener una corrupción legal que consiste en determinadas formas de distribuir beneficios, incluso europeos, dentro de sus propias leyes. Para ello tiene que haber una derecha inocente, creyente de la ley y el orden, convencida de que hasta el partido socialista es rojo, a la que se pueda asustar con sucesos como el de Génova.
Uso términos del que se llama a sí mismo científico, Padre Schwartz: la derecha es 'síntesis de antiguas instituciones, como la familia, la propiedad privada, el sufragio universal, el dinero, el comercio, el trabajo libre y la libertad de opinión, es el sistema que está sacando a grandes zonas del Tercer Mundo de una miseria que parecía sin esperanza'. Los otros: 'No es la primera vez que los bárbaros exteriores, con la complicidad de los milenaristas del interior, destruyen el artificial entramado de la civilización' (La Vanguardia). Mejor definición en Abc de ayer de nuestros genoveses: '... trotskistas, anarquistas, secciones de algunos sindicatos importantes... De España acudieron (...) además representaciones de Batasuna y de Izquierda Unida (...). Estamos ante una Quinta Internacional' (C. A. de los Ríos).
La idea de que sean personas que se alzan en nombre de unas injusticias cometidas democráticamente no les parece aceptable en estos regímenes donde un todo dirigente piensa con unanimidad lo que las dictaduras no pudieron decir. La dictadura de aquí consiguió más que ninguna de su tiempo (ni Alemania ni Italia, que tenían otra permisividad para con los arios o los romanos), pero no pudo evitar clandestinidades, opiniones que socavaban la fuerza del régimen, biografías de jerarcas, noticias de robo, lenguajes paralelos. Quizá de ahí la paradoja de que 'contra Franco escribíamos mejor'. Una dictadura lo roba todo de una vez. Una democracia falsificada produce otro horror, pero no mata.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de agosto de 2001