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Novillada en Sevilla

El empresario contrata los novillos del conde de la Maza, que es ganadero reincidente en el fracaso en la Maestranza. Tiene a su favor que es buen amigo de la empresa y vuelve a pesar de que no cría un toro al que se le pueda dar un pase. El encierro de ayer fue grande, manso, soso, descastado y muy complicado para la práctica del toreo.

Valor no le falta a Iván Romero, un torero batallador, muy voluntarioso y también un buscador de aplausos, lo que resta importancia a su labor. Maneja con soltura el capote, pone banderillas con prisas y se la juega en la muleta por su cercanía. Recibió dos volteretas en el cuarto y se ganó la vuelta al ruedo. José Manuel Berciano, valiente y decidido, se encontró con dos toros dificilísimos, que embestían a oleadas, buscaban el cuerpo del torero y no permitían el más mínimo error. No triunfó, pero seguro que aprendió más que en toda su corta carrera.

Armando López, Azuquita, es el que apuntó maneras más artistas. Tiene una buena concepción del toreo, cortó una oreja inmerecida en su primero porque no logró un pase completo, y estuvo muy por encima de las escasas condiciones del sexto, al que cortó otro apéndice.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de agosto de 2001