Alberto García se plantó en Edmonton sabiéndose un hombre nuevo. El miedo al fracaso, que habitualmente le atenazaba en las grandes citas, ha desaparecido. El vallecano vive un momento dulce. Roza asiduamente la barrera de los 13 minutos y es capaz de derrotar, como hizo en Estocolmo en julio, a los kenianos. Todas esas energías positivas las puso ayer a prueba en la primera serie de los 5.000 metros. Superó el examen con brillantez.
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Fue una serie muy lenta. El 4.000 se pasó en 11.06. Un pelotón de una docena. Sólo cinco podrían clasificarse por puestos. Hacía falta una aceleración. Esa tarea, habitualmente, la llevan a cabo los africanos, pero ayer, fue el propio Alberto García el que cogió la cabeza a falta de 700 metros y empezó a dar rapidez al tren. Sin perder el mando, el madrileño logró que el grupo quedara reducido a cinco. Y no se dejó sobrepasar hasta la última recta, cuando comprobó, varias veces, por si acaso, que entraba entre los cinco primeros sin problemas. "Veo que la adaptación ha sido válida", dijo García, que se entrenaba en España de madrugada para obligar a su reloj biológico a ponerse de acuerdo con las ocho horas de diferencia que hay entre Madrid y Edmonton.
No pudo la presión con García, pero sí con Mario Pestano, la sensación del disco español. Torpe, agarrotado, logró en la clasificación un lanzamiento máximo, en el tercer intento, de 56,58m; a 10 metros de su mejor marca, a seis de la que le habría dado el pase a la final. "Me ha ganado la presión", dijo el lanzador canario que hace menos de un mes lanzó 67,92 metros en el campeonato de España y que llegaba a Edmonton con posibilidades de luchar por la medalla. "Según pasaba la serie veía que era más fácil clasificarse, y que al final lo podía haber logrado con un lanzamiento de 61,86, una marca que hago con regularidad, pero la presión pudo más que mis ganas".
Otro derrotado ilustre de la mañana fue el norteamericano John Godina, el ganador de peso que aspiraba a un doblete histórico. Un mejor disco de 57,19 metros le hizo bajar a la realidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de agosto de 2001