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A LA MANERA de Juan Goytisolo | GENTE

XEMÁA EL FNÁ

Corre el rumor de que, pese a ser patrimonio oral de la humanidad, la cadena McDonald's pretende abrir uno de sus inverecundos palacios de hamburguesa y sucedáneos en la plaza Xemáa el Fná de Marraquech, allí donde en tiempos más felices nació, vivió, creció y falleció el bochinchero Café Matich. Antes de que eso ocurra y que el mundo tolere sin inmutarse semejante aberración, regreso a su verbal topografía, caudal de remolinos táctiles, visuales, sonoros y olfativos con más horizontes sensoriales que un cementerio islámico. Cuando me preguntan por qué veo tan poca televisión, siempre respondo que no la necesito. En Xemáa el Fná hay muchos más canales que en cualquier plataforma. Y la señal se emite no ya desde un arrumbado satélite financiado por un fabricante de supositorios o de unos opulentos estudios inaugurados en su día por Su Majestad, sino desde el sentimiento, la necesidad, la inteligencia y la tradición. Puede que, como ya ha ocurrido en tantos otros corredores de la muerte de la civilización, aquí también acaben por cargarse esta zona franca de la palabra, museo vivo de ficciones superpuestas con orgiástico desorden. Por eso, antes de que el légamo del falso progreso y el fundamentalismo económico de sus conversos arrasen con su machacona y denigrante carajicomedia etnocentrista, antes de que se impongan las razones de un Estado secuestrado por sus propias deudas morales, salgo a imbuirme del espíritu de la plaza para, cuando llegue la hora, ser capaz de preservar la memoria de esta esquina del mundo, tan propensa al olvido por parte de una España dogmática que insiste en negar lo mejor de su herencia a base de venerar el transpirado camisón de Isabel la Católica. Gozosamente miro a los hábiles arrapiezos tropezar contra cansados forasteros que, arrastrando su paternalista colonialismo de turistas solidarios, huyen de los barbianes y sacamuelas, viejos compinches del añorado Bakchich, aquel payaso entrañable que, al término de su caótica y siempre provechosa jornada, con las historias y muecas todavía colgándole de la sonrisa, compartía tertulia, té y silencios con los libreros que, más tarde, fueron deportados a Bab Dukala. Cuando el globalizado rótulo de McDonald's ilumine la noche de Xemáa el Fná con su herética potencia será el momento de recoger los bártulos y de marcharme con mis pinchos morunos a otra parte.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de agosto de 2001