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A LA MANERA de José Ángel Mañas | GENTE

KANBRICH ME MATA

No sé, tíos, pero sospecho que mis padres me mandan a estudiar inglés al extranjero para poder librarse de mí durante unos días. Ya van cinko años y siempre es lo mismo. No mola nada. Lo primero es averiguar si la tribu ke te akoje es de Oksfor o Kanbrich, esas dos peñas ke, en sus ratos libres, se rompen el kulo remando por ríos askerosos que van a dar a un mar de mierda. Kon gafas de sol y kareto de haber pillado la malaria en algún tigre de la ruta de pubs, te presentas en klase y deskubres ke, en el mejor de los kasos, sólo vas a estudiar italiano, ya ke todos tus colegas son tortellinis. En el país de los ciegos, el tuerto es rey, dicen, así ke, como sólo vas de tripi, intentas adivinar ké alumnos son los más peligrosos y los que más chanan. Luego, en la fiesta que montará la piba del piercing en la ceja, kompararás su kapacidad destruktiva y la textura de sus vomitonas, que te rekordará la de los bajos fondos de Tulús. Los muy salvajes son kapaces de meterse todo lo ke pillan, tronkos. No les afekta ni el kalor ni las respektivas lokuras. Los hay ke korren por la kasa en pelota pikada, apuntándose con fuskas imaginarias o markando en sus móviles el número 666. 'Satanás komunika', me dice uno antes de manchar la pared con sus tres primeras papillas, de un abstrakto ke te kagas. Akí no voy a aprender un karajo de inglés pero hay un milanés ke kiere dar un palo y ke me está enseñando a reventar puertas. Esta mañana, mientras la profe intentaba llamar nuestra atención con una insulsa converseichon, vi cómo se kedaba dormido sobre el pupitre. Parecía un mensaka después de una jornada de katorce horas. Me temo que no lo habría reanimado ni una transfusión de Redbúl. Luego resultó ke el novio de la profe es un bofia que rekuerda vagamente al Torrente ése del apatrullando la ciudad. A la salida, alucinaba kolores viendo kómo los alumnos se abrían en buska del pub más próximo y piojoso. Algo estoy aprendiendo: ke akí la cerveza se toma caliente y ke, cuando estás tope rayado, lo suyo es cantar hasta ke te echen. Ah, y también que las patadas se dan con el takón y no con la puntera. Todos los veranos son iguales, y éste tampoko será una excepción: una puta resaka de tres meses, gafas de sol y algunos momentos de paz interior y exterior. Por cierto: tengo que llamar a mis viejos para que me manden más pelas. Es el precio ke tienen que pagar por su libertad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de agosto de 2001