Si somos bienintencionados, interpretaremos que el señor Aznar necesita unas vacaciones. Ha sido un año duro, cargado de vacas locas, Piqués, atentados, Tireless... y demás lindezas, y el cuerpo no perdona.
Si no fuera así, no podríamos entender que haga unas declaraciones como las que ha hecho en Sevilla relativas al problema del aceite de orujo de oliva.
Nuestro presidente va y dice, ante un buen puñado de empresarios andaluces, que la culpa de la crisis la tienen los productores por incumplir la normativa. Errónea forma de justificar una crisis mayúscula y de defender las decisiones precipitadas de su ministra. Aznar debería saber que la norma no existe y que, por lo tanto, el sector oleícola no ha podido incumplir ninguna legislación. Y yo me pregunto: ¿dónde están los asesores de nuestro presidente? Y lo que es peor, ¿cómo puede estar tan desinformado de una situación que afecta a un sector económico importantísimo en España?
Sólo nos queda esperar que a la vuelta de las vacaciones el señor Aznar esté más descansadito, porque le espera un duro otoño.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de agosto de 2001