Señor Defensor del Pueblo:
Me llamo Secundino y soy mayor de edad, pero no demasiado. Doy clases de piano en un colegio privado, y me gano el postre con el sudor de mis dedos tocando los domingos y festivos el órgano en una parroquia madrileña de mucho prestigio. En verano incremento mis ingresos ejerciendo de teclista y coros en una orquesta de baile, con la que recorro gran parte de la región y territorios aledaños.
Es cierto que las verbenas no son santo de mi devoción, sino todo lo contrario, pero los garbanzos son los garbanzos, señor mío. Ahora bien, esta faceta frívola y farandulera queda prácticamente clandestina por la sencilla razón de que, antes de salir al escenario, me endoso un pelucón rubio efervescente y me planto un pendiente en la oreja derecha. En definitiva, me pongo el mundo por montera y un aro en la nariz. Y aunque a mí lo que me gusta es Bach y el canto gregoriano, imparto con fluidez e ignorancia tangos, boleros, pasodobles, rockandrroles, congas, bimbós, pajaritos, Puertas de Alcalá, Juanitos Chocolateros y demás ídolos nocturnos del vulgo.
Señor mío, me veo en la precisión de denunciar ante usted que todas esas coplas son cómplices de innumerables borracheras y otros tantos desmanes, que encabritan a la juventud e incitan a los ciudadanos al desatino a la hora de maitines. Dicho esto, paso a exponerle el motivo de mi carta: el domingo pasado llegué acelerado a la parroquia donde toco el órgano, directamente desde una verbena privada en Robledo de Chavela. Falto de sueño y de lucidez, en el ofertorio me dejé llevar por el sopor, y en vez de interpretar el Ave María de Schubert, me puse colorado y ataqué atropelladamente con el Aunque parezca mentira. La parroquia se alborotó, el cura me quiso asesinar con la mirada, los monaguillos se partían de risa; las estatuas, inmóviles, como de costumbre. Y yo, pobre de mí, en un ataque de torpeza indescriptible, rematé la faena de forma suicida. Canté para toda la concurrencia: 'Me gusta A Coruña, me gustas tú'. Sáqueme de esta, señor Múgica.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 12 de agosto de 2001