Me he presentado a unas oposiciones al cuerpo de maestros y hasta ahora, llevo varias veces, no me había pasado una cosa tan extraña como la que voy a relatar:
Se me excluyó de la lista provisional por no haber pagado los derechos de examen, estando exenta de ello por minusvalía, y después de haber presentado, posteriormente, en los plazos indicados, toda la documentación exigida, tampoco figuré en la lista definitiva.
Esto me ha causado una situación de clara desventaja sobre la mayoría de mis compañeros. Además tuve que pedir una adaptación de tiempo muy superior a la que, y sobre la marcha, me dieron, al no tener conocimiento de mí por no figurar en las listas del tribunal. Pude realizar el examen como todos, pero, y aquí está el error, fallo..., yo lo llamo falta de previsión, puesto que nunca me han dado la adaptación adecuada a mis deficiencias motóricas. Hoy, al cabo de quince días y habiendo pasado por distintos estados de ánimo, siento decepción e impotencia al no poder realizar un examen, más bien un 'maratón', sin una mínima igualdad de oportunidades. Otras veces pienso, y me revelo por ello, que las personas con una discapacidad tenemos que demostrar mucho más que cualquiera que no tenga ningún problema. O sea, que tenemos que ser supermanes, y yo, evidentemente, no lo soy.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de agosto de 2001