Lo más destacable del robo de cuadros en casa de Esther Koplowitz es que nadie del gran público hubiera oído hablar ni visto estas valiosas obras si no hubieran sido robadas. Quizá sería más provechoso y seguro para todas las partes que los propietarios sólo se quedaran con copias y que los originales fueran conservados y expuestos en museos con indicación de los propietarios que los presten.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 14 de agosto de 2001