Los primeros de la clase son el central Navarro y el centrocampista Enguix, dos valores con buena nota como para pasar al curso de los mayores. Navarro no desentonó junto a Pellegrino ante la movilidad de los puntas uruguayos, y Enguix se desenvolvió en el círculo central con naturalidad: se ofrece a sus compañeros, quiere el balón y lo mueve con criterio. Es capaz de rematar en el borde del área y cruzar a continuación medio campo para iniciar una nueva jugada, pero también de hacer una falta táctica cuando conviene.
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La banda derecha del Valencia es la que ofrece mejores noticias. Rufete se destapa como un extremo puro, capaz de abrir el campo y centrar con solvencia. Uno de sus balones lo convirtió Pellegrino en una demostración práctica de cómo rematar de cabeza. El central, solo en el segundo palo, ejecutó un cabezazo de libro que se convirtió en el primer gol de la noche. Los centros de Rufete continuaron buscando destinatarios, principalmente Salva. El delantero se peleó con los correosos centrales del Peñarol y entró al trapo en cada acción. Tanto énfasis puso que en uno de sus enérgicos movimientos chocó contra un contrario y tuvo que ser sustituido por un golpe en la rodilla. Salva no lo puede evitar. Se pierde por marcar.
El Peñarol sólo inquietó en tiros lejanos y en los lanzamientos a balón parado del ex sevillista Pablo Bengoechea, de 36 años y campeón de seis ligas uruguayas. El Peñarol se defendió mal y sólo el portero, Berbia, evitó una goleada. No pudo hacer nada en el segundo gol del Valencia, en el que Mista remató a placer en el palo largo en el saque de un córner.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 15 de agosto de 2001