En estos tiempos en que Occidente pretende lavar su conciencia persiguiendo a históricos genocidas vivos y perpetuando el recuerdo de horrores mil veces condenados (como las matanzas del nazismo), sigo echando de menos, inocente de mí, palabras altas y claras por parte de algún gobierno europeo que califiquen de genocidio las masacres cometidas en Hiroshima y Nagasaki.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 16 de agosto de 2001