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Reportaje:Campeonato de la PGA norteamericana | GOLF

Toms da el gran golpe

El estadounidense vence en el último instante a su compatriota Mickelson

Ya el día anterior había demostrado que no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad. Ya el día anterior, en el hoyo 15, considerado un par 3, el estadounidense David Toms regaló al público un golpe de campeón, un hoyo en uno, en el que la bola botó tres veces, golpeó el palo de la bandera y se coló en el agujero entre el mar de aplausos del público. Fue el golpe del campeonato, el que le permitió llegar con ventaja a la última jornada. Fue el golpe del campeón.

Efectivamente, David Toms no estaba dispuesto a dejar pasar el tren en el Campeonato de la PGA. Durante toda la jornada de ayer, la última del torneo, sintió el aliento de su compatriota Phil Mickelson. Y nunca mejor dicho lo del aliento. Ambos compartieron un partido al que David Wayne Toms, de 34 años, nacido en Monroe (Los Ángeles), llegó con dos golpes de ventaja. Y Mickelson, entero, seguro, como si la urgencia de un día que para él podía resultar histórico no existiera, le recortó la distancia. Tanto lo hizo que a falta de tres hoyos consiguió igualarle. Pero entonves Mickelson escribió un nuevo capítulo de la leyenda que le acompaña, la del eterno segundo, la del jugador que siempre está ahí y nunca gana un grande.

Toms no es el golfista preferido de los fotógrafos, por su poca disposición a hacer públicas sus emociones. No regala gestos sorprendentes, saltos, gritos, euforia. Pero ya el sábado, cuando consiguió aquel hoyo en uno, le pudo la emoción. Y lo celebró. Y le debió gustar, porque lo mismo hizo ayer, cuando en el último golpe embocó la bola en el 18 y puso fin a la persecución de Mickelson, a aquel extraordinario mano a mano con el que se cerró el torneo.

El eterno aspiranteHasta cinco jugadores mantenían esperanzas de triunfo antes de la jornada final. Cinco golpes separaban al primero (Toms) del quinto (Duval). Sin embargo, enseguida se vio que aquello era cosa de dos. Y lo fue hasta el último instante, hasta el último hoyo. Ninguno de los cinco que aún luchaban por algo más que por un puesto decoroso responde al nombre de Tiger Woods, que cerró el torneo con cifras poco acostumbradas: 279 golpes, sólo uno por debajo del par.

Woods no estaba en esa guerra. Estaban Toms, Mickelson, Steve Lowery, el sorprendente japonés que no para de sonreir Shingo Katayama -un intruso en el reino de los favoritos- y David Duval. Durante todo el torneo, Mickelson, el zurdo, el segundo, el eterno aspirante, había demostrado una portentosa regularidad. Hizo 66 golpes en el primer recorrido, 66 en el segundo y 66 en el tercero. Si ayer hubiera repetido, hubiera ganado su primer gran título. Pero no. Y eso que en el segunda hoyo ya había conseguido un birdie, lo que reducía a un golpe la ventaja de Toms.

Éste no se inmutaba. O al menos, nadie le vio un gesto de duda. Tampoco cuando, en el quinto, Mickelson logró su segundo birdie. Era el empate. Toms, mientras, se mantenía en el par. Logró su primer birdie en el nueve, que se le atragantó a su rival, que pinchó en aquel par 4. Pero en lo que resultó un toca y daca inolvidable, Toms falló en el 10, Mickelson remontó en el 12, aquél firmó sendos birdies en el 13 y el 14, y el zurdo le imitó en el 15, donde erró el líder. Tres hoyos quedaban y nada había decidido. Pero en el 16, a Mickelson se le aparecieron todos los fantasmas e hizo un bogey definitivo que no hace sino alimentar su fama de segundón. Primero, Toms, con 265 golpes. Segundo, Mickelson, con 267. Ese fue el orden final.

Por su parte, el único español superviviente, José María Olazábal, cuyas posibilidades de entrar en la Ryder Cup dependían en buena medida de este torneo, se despidió de manera discretísima. Hizo uno sobre el par y cerró su trayectoria con un total de 280 golpes, lejos, muy lejos de la cabeza.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 20 de agosto de 2001