El Barça despertó, para quitarse cualquier susto del cuerpo, tras el descanso, pero se estrelló todas las veces del mundo ante Sarnat, el portero polaco, que lo paró todo. Fue al final Luis Enrique, que no se resigna a ser suplente, el único que marcó.
El Camp Nou, que estuvo sereno, echó la persiana con puntos de dudas: la eficacia del tridente no es tan diáfana.
El partido retrató el espinoso dilema del Barça esta temporada. Rexach calmó la ansiedad de la grada alineando a sus tres delanteros pero el invento salió algo rana. El Wisla es un equipo limitado pero se bastó mientras las fuerza le acompañaron para desbaratar el torrente ofensivo azulgrana. La noche reflejó una realidad: la alineación del luminoso trío comporta el peaje de eliminar los extremos y acortar el campo por las bandas. Hubo un embudo terrible durante mucho tiempo. Los tres delanteros acabaron estrellándose buena parte del partido ante la muralla polaca. Y, pocas veces, los mediocampistas, obligados a actuar de falsos extremos, entraron por las bandas. Ni tampoco lo hicieron los laterales, más preocupados de reforzar la endémica debilidad de la zaga.
La táctica obligó a Rivaldo, Kluivert y Saviola a extremar su virtuosismo para poder encadenar una jugada de peligro. Siempre aparecía un rebote, un zapatazo o una falta de un defensa polaco para deshacer cualquier internada. El Camp Nou, casi lleno ayer, tenía ganas de mostrar cariño al equipo -al fin y al cabo, el Barça se jugaba el pase a la Liga de Campeones- y lo aplaudió todo.
Rivaldo, coreado por la grada, impuso su ley: empezó a marear al Wisla y Saviola, contagiado, tuvo el gol pero Sarnat le frenó. Al igual que frustró una vaselina de Kluivert. Ya no pudo contener a Luis Enrique: Rivaldo pasó a Saviola, que dibujó una pared perfecta para que el asturiano marcara.
La noche acabó dejando dos mensajes: la ovación ante la salida de Saviola y los pitos al final para el brasileño, que quiso rizar el rizo y marcar en una cabriola imposible incluso para él.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 22 de agosto de 2001