Al igual que ocurrió con Josep Lluís Núñez y Johan Cruyff, mientras Louis van Gaal y Rivaldo se soportaron el Barcelona fue un equipo ganador aunque el Madrid y el Valencia relativizaran tanto su éxito que la Liga pareció un juego de parchís frente al monopoly de la Champions. A la que el mejor jugador del mundo se rebeló contra la dictadura del entrenador y partieron peras, el equipo no sólo no llegó a ningún sitio —ni jugando Figo, Kluivert y Rivaldo—, sino que en su caída arrastró al técnico y a un presidente que pedía el mismo trato que el honorable pese a que nunca ejerció pensando que el Barça era más que un club. No le fue mejor al club con la liberación de Rivaldo, que ha crecido tanto como ha encogido el equipo mientras la institución se quedaba parada tal que fuera una estatua de sal mirando la partida de Figo y preguntándose después qué será de Guardiola. Así que hoy se impone revisar el barcelonismo.
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El asunto consiste en crear un equipo capaz de coexistir con Rivaldo; y, si no, igual subastan al brasileño, que por algo se ha fichado a Saviola, aire fresco ante tanta contaminación. Rivaldo marca goles, pero no hace equipo. El equipo es competencia del entrenador y Carles Rexach se ha dejado de política y se ha puesto serio, tanto que está irreconocible hablando de defenderse con agresividad, término que cuesta entender en boca de un ex jugador que dividía el campo entre sol y sombra. Charly ha fichado un portero, dos centrales, un medio que corre que se las pela y, para que no le llamen renegado del todo, un extremo. Saviola es una concesión a la presión popular —medíatica, si se quiere—, y si Rexach dijo que sí es porque el pibito, en tanto que no perdona una, le ayudará a endurecer al Barcelona.
El Barça quiere montar una alineación con pies y cabeza. En los últimos tiempos, al plantel se le ha tomado como al pito del sereno, un grupo con el que se atrevían por igual el Besiktas y el Milan, el Numancia y el Deportivo; un equipo al que no reconocía ni su afición, que de aburrirse pasó a renegar. La desorientación ha llegado a tal extremo que Rexach entiende que hay que recuperar el abecedario. Los ortodoxos dicen que los equipos se montan desde la defensa y el Barça quiere aprender a defenderse tras una década en la que le bastaba con atacar mejor que nadie. En las últimas diez temporadas, los azulgrana han sido los más goleadores del campeonato, salvo en tres ocasiones, y nunca los que menos tantos recibieron. El desequilibrio del año pasado —80 contra 59 goles— aconseja cambiar el sentido de la marcha: para ganar hay que defenderse mejor, algo nada fácil en un equipo que desde el fichaje de Alexanco, por 100 millones de 1980, y la salida de Terry Venables sólo ha mirado la portería contraria.
Para Cruyff, el trabajo defensivo consistía en fichar defensas. Las marcas al hombre le ahorraban tener que dar explicaciones; y, si no, para el recuerdo queda una anécdota: reunido con sus jugadores, les preguntó: "¿Cuál es la virtud de Manolo [del Atlético]?". Y la mayoría convino: "Se desmarca muy bien". Conclusión del técnico: "Pues hoy no le va a marcar nadie y asunto arreglado". Hay veces en que parece que el Barça no tenga otra cultura defensiva que la que representa el bigote de Migueli. Y si a Puyol se la aplaude más que a los demás es porque, como defensa, defiende el campo, la zamarra, el escudo y la pelota.
Porteros y centrales han pasado por el Camp Nou y el equipo sigue falto de organización defensiva, así que Rexach ha comenzado por poner a cuatro zagueros y recuperar el rombo: el medio centro, dos interiores laboriosos y un enganche que, de jugar con alas, puede ser sustituido por un falso ariete. Las variantes son muchas aunque, en su mayoría, los jugadores de la banda pierden protagonismo. La alineación de Saviola, Kluivert y Rivaldo, sin ir más lejos, supondría eliminar los extremos, justo el punto desde el que el Barça montaba su alineación, circunstancia que llevaría a Overmars, el fichaje mas caro, al banquillo.
Una vez se ha ido Guardiola, un jugador que dominaba el juego, el Barça se armará de forma diferente: perderá singularidad a cambio de que la convencionalidad le dé fiabilidad. Desde atrás, quiere dar un paso adelante cada día, de manera que el equipo igual comienza con cuatro zagueros y acaba con cinco delanteros. El problema es que, de momento, los laterales no marcan y los centrales no cubren. Se defiende todavía mal. Rexach, por ahora, ha dibujado el centro del campo: ya que no le gusta el doble pivote, quiere llenar la divisoria con tres futbolistas lo menos. En la media está el nudo de un equipo que tiende a equilibrarse, juntar las líneas, ser más consistente y menos previsible y a tener una salida directa y rápida, no tan elaborada como antes. "¡Menos pelota y más pelotas!", claman los culés más impacientes por dos años de sequía tras invertir 30.000 millones de pesetas en fichajes. No hay margen de error para nadie. O entra la pelota o quienes mandan en el palco, el banquillo y la cancha pasarán por malos suplentes de unos titulares que ya se fueron. ¿Y Rivaldo? No estaría bien que fuera el malo sólo porque Saviola es el bueno. Habrá que aprender a convivir de nuevo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 23 de agosto de 2001