Y entonces ya era demasiado tarde. Una jugada aparentemente banal, un balón bombeado hacia algún lugar indeterminado de los tres cuartos de cancha, le valió a Heskey para inventarse como anotar un golazo al supuesto mejor portero de Europa. El inglés se quitó con una finta a Linke y Kovac del medio y, después, solo ante Kahn, le superó con un toque con el exterior.
El esquema balón largo, carrera veloz, ocasión de gol, se repitió nada más empezar el segundo periodo. Owen. El pequeño inglés aprovechó una salida desastrosa de Kahn para ajustar la pelota por el palo corto.
Tres goles de ventaja parecían muchos goles de ventaja, incluso cuando el que tiene que remontarlos es un tozudo equipo alemán. Sin embargo, el Bayern, empujó con un arma que hasta entoncés no había utilizado: la fe. A falta de juego, los alemanes se decidieron firmemente por la furia: pelotazos, empujones, saques de banda...Y en una de esas llegó el gol de Salihamidzic a la salida de un córner. A nueve minutos para el final Jancher marcó un segundo gol que ajustaba la eliminatoria a base de meter los codos como un jugador de baloncesto en la pintura. Entonces, el Bayern creyó en si mismo y a punto estuvo de tener razón, pero el reloj y el calambre que recorre al Liverpool desde que ganó la pasada Copa de la UEFA, fueron más fuertes que la cabezonería de los alemanes.
La revolución de McAllister
A Gary McAllister (Motherwell, 1964) no es difícil reconocerle. El centrocampista del Liverpool, postulado el jueves por la UEFA como mejor jugador europeo del curso pasado -aunque perdió en la votación final ante el alemán Effenberg-, se le distingue perfectamente en el eje del campo: es el único futbolista de los reds con aspecto de tener a sus hijos adolescentes mirándole desde la grada. A sus 37 años, este mediapunta, al que no le queda apenas un solo pelo sobre la cabeza, ha ganado cinco torneos consecutivos en apenas un año: La Copa de la Liga, La F/A Cup, la Copa de la UEFA -venciendo al Alavés en la final-, la Charity Shield y, ayer, la Supercopa de Europa. Un exitoso recorrido, en una sola temporada, con los reds de la industrial Liverpool en el que ha tenido mucho que ver su buen entendimiento con el joven Owen, de 21 años. Entre ambos median varias "revoluciones" sociales, y, sin embargo, se comprenden en el campo con una sola mirada. Dos épocas que han confluido gracias a que a Houllier, el técnico francés del Liverpool, se le ocurrió contratar gratis el año pasado a un McAllister sin equipo, después de haber estado cinco años en el modesto Coventry.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 25 de agosto de 2001