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REPORTAJE

EL CARNAVAL DE LONDRES GANA SU ÚLTIMA BATALLA

Nació con espíritu de rebeldía, como expresión del derecho de la comunidad caribeña londinense a lucir su cultura en las calles de Notting Hill, y, 37 años después, el Carnaval de Londres vuelve a ganar otra batalla. Quizá la última. Hoy y mañana, jornadas festivas en el Reino Unido, el enjambre de callejuelas en torno al mercado de Portobello estallará en un bullicio de color, ritmo y desenfreno. Unos dos millones de visitantes se unirán a las comparsas de disfraces y bailarán la samba, soca, calipso o reagge.

Víctima de su propio éxito, el carnaval asistirá tal vez a la despedida de su recorrido tradicional. En la próxima edición, si el alcalde de la ciudad, Ken Livingstone, logra imponer su voluntad, emigrará hacia espacios más abiertos y fáciles de controlar, como Hyde Park. Se trata de evitar la tragedia del año pasado, cuando se produjeron dos asesinatos, y así mitigar el riesgo a que pequeños y mayores mueran de asfixia empujados por las masas. Como solución preliminar, se han reforzado las medidas de seguridad y la policía ha limpiado el barrio de supuestos elementos indeseables.

El espirítu de convivencia y las ganas de disfrutar se imponen sin embargo sobre las voces alarmistas. Cerca de 40.000 personas desfilarán con sofisticados disfraces en memoria de las revueltas de esclavos de la isla de Trinidad. Los grupos de pinchadiscos se encargan de asegurar música cada minuto de ambas jornadas para un público sin ganas de descansar. El toque de queda se impone hacia las siete de la tarde. La juerga se traslada entonces a los pubs y discotecas del barrio. Porque como dice la gente del barrio, el carnaval de Notting Hill es una fiesta que no concluye hasta la madrugada del lunes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de agosto de 2001