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Primera jornada de Liga | FÚTBOL

Una mirada inocente

Saviola asistió al debú azulgrana como suplente

En un mundo como el del fútbol, dominado por egos, envidias y ambiciones, sorprende la llegada a España de una estrella que brilla por su humildad, su inocencia y su sinceridad. Javier Saviola parece lo que es, un chaval de 19 años normal y corriente. Nadie diría que ese chico es la esperanza de un país como Argentina, poseído por este deporte, que ve en él al heredero de Maradona. Nadie diría que ha centrado la atención de un entorno como el del Barcelona durante toda la pretemporada. Ayer asistió al debut en Liga de su equipo desde el banquillo. Y no le dio ninguna importancia. Ya lo había dicho durante la semana. "No me molestaría ser suplente", afirmó. Y, a la salida del campo, dejó dicho que es consciente de que jugar en el campeonato español es más complicado que hacerlo en Argentina. No había sido titular y contempló el empate del Sevilla mientras calentaba en la banda, pero estuvo en el campo cuando el Barcelona resolvió con un segundo tanto de Kluivert. Momentos en que jugaban Saviola-Kluivert y Rivaldo. "Es cierto que el 1-2 ha llegado con el tridente en el campo", admitió Rexach, "pero la verdad es que ni me había fijado. Son circunstancias del fútbol. Una ventaja para nosotros, que podemos jugar de manera muy diferente según las necesidades".

Saviola coincidió apenas cinco minutos en el césped con su modesto clon local, el canterano Reyes. El joven delantero sevillano, que se confirmó ayer en Primera (había jugado seis minutos en Zaragoza hace dos años), demostró ayer que no es difícil ilusionar a una afición como la del Sevilla, orgullosa del pundonor de su equipo pero necesitada de los detalles de calidad que él les ofrece. Tres o cuatro regates, velocidad, ganas y el pase que provocó el penalti delempate decantaron a su favor los aplausos de la grada. La afición sevillista abarrotó ayer el Sánchez Pizjuán en el retorno de su equipo a Primera y se convirtió en un protagonista más del encuentro. Se notó anoche del hambre de fútbol de gran nivel que había en la ciudad. Antes del partido, unos 1.000 sevillistas recibieron al autobús de los jugadores a las puertas del estadio. Luego, no sólo casi llenaron el campo sino que no cesaron de dar ánimos a los suyos en ningún momento, ni siquiera con el resultado en contra. Los futbolistas del Sevilla agradecían al final del partido, pese a la derrota, el empuje de los aficionados. "Me siento orgulloso del equipo", proclamó el entrenador Joaquín Caparrós, que también debutaba en la máxima categoría. "Los goles se han producido por errores nuestros", reiteró. "Ha sido un partido con pocas ocasiones, pero el Barcelona cuenta con jugadores de gran calidad, que no acostumbran a fallar, que aprovechan los descuidos del contrario". Y remachó: "Cuando ves que no puede ganar un partido hay que saber empatarlo para sumar. Nosotros necesitamos los puntos".

La ira de Caparrós

Las miradas de Caparrós desde el banquillo distaban mucho de las pacientes y humildes de Saviola y su actitud era opuesta a la de Rexach, que salía puntualmente de la caseta para dar alguna indicación a sus jugadores. Caparrós sólo vive para el fútbol, y de ahí sus reproches, sus broncas, sus gestos que llaman la atención de la grada tanto como el juego de muchos futbolistas. Su postura, siempre al borde de la banda, parece mostrar el ansia de un jugador frustrado, a punto de entrar al campo a jugar en cualquier momento.

El círculo del buen ambiente en el estadio Sánchez Pizjuán lo cuadraron los cerca de 5.000 barcelonistas llegados de muchos pueblos andaluces y extremeños que también ocuparon la grada y animaron a su equipo, pese a los precios elevados de las entradas.

Finalizado el partido, la mayoría de hinchas barcelonistas se fueron a por Saviola, que volvía a convertirse en el fenómeno mediático que no parece. Rodeado por decenas de periodistas, acertaba a mostrar su satisfacción por estrenarse en la Liga con victoria. Rápido, vergonzoso, buscaba el camino del vestuario para volver a recuperar su condición de chico normal.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 27 de agosto de 2001