La última luz en el barrio se acaba de apagar, cantaba Enrique Urquijo en El primer cruce. Y ayer se recogieron los restos de la última Aste Nagusia bilbaína, no sólo las luces apagadas 24 horas antes, miles de bombillas de colores que alumbraron casi como en navidades, sino carpas, mecanotubos y otros enseres. La última capital vasca en celebrar su fiesta grande la ha cerrado ya. A llenar todos los recintos han contribuido esta semana los transportes públicos, que han llevado a más de 2,4 millones de viajeros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de agosto de 2001