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Reportaje:GENTE

EL PARADO QUE GANÓ 13.300 MILLONES EN LA LOTERÍA

David Edwards, un hombre de 46 años residente en Westwood (Kentucky), tenía razones para sentirse un desgraciado. Había perdido su empleo como técnico en una compañía de fibra óptica; tenía que operarse de la espalda pero, como parado, carecía de seguro medico; su ex esposa se había casado por segunda vez el sábado y a él no le quedaba dinero para la pensión de la hija de ambos. El mismo sábado, en pleno abatimiento, compró un billete de lotería. Al día siguiente podía considerarse un tipo con suerte: fue uno de los cuatro ganadores de 74 millones de dólares (unos 13.300 millones de pesetas) el tercero más importante en la historia de las loterías estadounidenses.

Los otros tres ganadores de la lotería llamada Powerball viven en New Hampshire, Minnesota y Delaware, y por el momento permanecen en el anonimato. Edwards ha decidido no ocultarse. 'Le había pedido ayuda a Dios, pero no pensaba que fuera a ayudarme de esta manera. El Señor y yo tenemos hoy muy buenas relaciones', declaró. El simple acto de depositar en una oficina bancaria el billete premiado le permite conducir un Mercedes, prestado hasta que se decida a comprar un nuevo coche. Se ha instalado en un hotel de lujo con su novia, Shanna Maddux, pero la primera noche fue de insomnio. 'Intentábamos simular que dormíamos, pero no podíamos quitarnos la sonrisa de la cara', explicó. David Edwards le ha pedido a su hija de 11 años, Tiffany Lee, que vaya pensando 'en el regalo que más desee, sin ningún límite'.

El parado multimillonario ha contratado los servicios de un abogado y de un asesor financiero, que deberán orientarle sobre la mejor forma de percibir el dinero. La lotería le ofrece dos opciones: o bien un solo pago que, descontados impuestos y otras cargas, le proporcionaría sólo 27 millones de dólares (4.860 millones de pesetas); o un pago fraccionado de 1,9 millones de dólares (casi 360 millones de pesetas) libres de impuestos cada año, durante 25 años.

Edwards marcó los números 8, 17, 22, 42, 47 y 21 al azar en una apuesta de ocho dólares. Sabía que las posibilidades de acierto eran mínimas, pero eso no le detuvo, como a cientos de miles de estadounidenses que se lanzaron a apostar atraídos por el gigantesco bote acumulado en la Powerball.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de agosto de 2001