La publicación en Estados Unidos del índice de confianza de los consumidores del mes de agosto, con un descenso de dos puntos hasta 114,3, puso fin a los intentos de mejora de los últimos días en las bolsas.
Las predicciones de los analistas erraron con soltura en esta ocasión y el dato tuvo así algo de inesperado, aunque si se tienen en cuenta las advertencias de la Reserva Federal tras la reciente bajada de los tipos de interés, a nadie debería sorprenderle un sesgo negativo en la trayectoria de la economía estadounidense.
La desconfianza es fácilmente exportable, tal vez por la similitud entre la evolución de la economía de Estados Unidos y la de la UE, y las bolsas europeas se vinieron abajo a toda prisa, algo que no habían hecho tras conocer el crecimiento de la masa monetaria en la eurozona durante el pasado mes de julio. Los activos en manos del público crecieron el 6,4%, un dato que impediría al BCE recortar mañana los tipos de interés, aunque hay otras dos cuestiones, el crecimiento alemán y la inflación, que permiten, o piden, el abaratamiento del dinero.
La Bolsa de Madrid perdió al cierre el 1,54% y el Ibex 35 el 1,68%, pero lo peor fue el ambiente de pesimismo que podía percibirse al cierre entre los inversores y los analistas. Si las bolsas han respirado con cada dato positivo que se ha conocido últimamente, hay que esperar que caigan con cada tropezón de la economía, y parece que aún pueden producirse bastantes. El dinero buscó seguridad en el mercado secundario de deuda, en el que la rentabilidad a 10 años bajó hasta el 5,09%.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de agosto de 2001