Algunas veces -que nadie se extrañe- son los toros los que torean a los toreros. Ocurre cuando la casta y la bravura de la res superan el mando y la técnica del matador y, en esos casos, terminan llevándolo por los caminos y los terrenos que el toro quiere.
Serafín Marín, un novillero con las lecciones poco aprendidas y que, aunque vestía de azul pavo y oro, está verde perejil, fue toreado por el novillo que cerró el festejo. Se llamaba Capitán, era negro salpicado e hizo gala y honor de su sangre de Santa Coloma. Embistió siempre con bravura y sin picante y si, en un momento de la faena, prendió al torero por la pantorrilla y lo levantó del suelo no fue por sus malas intenciones, sino porque Marín no lo llevó nunca toreado y el novillo se fue a buscar la pierna, cuando, si las cosas se hubieran hecho bien, tendría que haber buscado la muleta.
Acudía el novillo con rapidez a los cites del torero y siempre le comía el terreno, se lo llevaba de allá para acá y le hacía rectificar colocaciones. A la faena le faltó mando y acoplamiento. En una palabra: toreo. Como el presidente Colmenarejo parece puesto con la consigna de dar orejas a todo quisque, sacó el pañuelo con cara de guasa y Marín se llevó un trofeo injusto. Se equivocó el presidente, porque debió conceder la oreja del novillero al excelente novillo. Tampoco se acopló Marín con el tercero ni supo que hacer con él.
Otra oreja cortó Luis Rubias, pero éste sí que sabe lo que se trae entre manos. Sus maneras son impecables: muleta siempre adelantada, cites dando el pecho e inteligencia para entender a sus enemigos. Tiene todavía algunos defectos, claro. No termina de rematar bien los muletazos y se retrasa en los toques. Pero tiene madera.
Martín Quintana, con un novillo flojo, que se acabó muy pronto, anduvo frío y pegando derechazos insulsos y desaboridos. Al cuarto, que no pasaba y calamocheaba, había que saber lidiarlo. No supo hacerlo y contribuyó a aumentarle los defectos. Le daba pases por alto en lugar de de ahormarle la cabeza y cosas así.
La novillada tuvo su interés, pues siempre es atractivo ver a los espadas que empiezan para apreciar su estilo y sus posibilidades. Pero al público de Colmenar Viejo no deben atraerle mucho estos festejos porque la plaza registró muy pobre entrada. Y algunos de esos pocos espectadores se pasaron toda la función abandonando sus localidades para ir a comprar pipas y refrescos. En el camino se cruzaban con los vendedores, que no pararon de circular durante la lidia, infringiendo el artículo 34 del Reglamento. Pero así es esta plaza, sobre todo si nadie lo remedia.
Tierra / Quintana, Rubias, Marín
res novillos de Tierra Joven: de escaso trapío, ínvalidos y mansos. 4º, 5º y 6º de Serna Ferrer: desiguales; 6º, bravo. Martín Quintana: aplausos y salida al tercio; silencio. Luis Rubias: algunas palmas; oreja. Serafín Marín: aviso y silencio; oreja sin petición. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Yiyo, muerto en esta plaza en 1985. Plaza de Colmenar Viejo, 30 de agosto, 6ª corrida de feria. Un cuarto de entrada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 31 de agosto de 2001