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ALEMANIA Kahn; Worns (Asamoa, m. 46), Nowotny, Linke; Rehmer, Hamman, Ballack (Klose, m. 67), Bohme; Deisler; Neuville (Kehel, m. 78) y Jancker.
En las gradas de Múnich sólo se escuchó a los 6.000 ingleses cantar Dios salve a la Reina. Fue un día histórico para el fútbol británico, uno de esos momentos que precisan héroes que quiebren la tradición. Y el héroe fue Owen, que metió tres goles en unas condiciones difícilmente empeorables. El pequeño delantero del Liverpool mostró el colmillo de frío ejecutor que lució en el Mundial de Francia 98, cerró definitivamente tres años marcados por las lesiones, y se unió a Beckham, Scholes, Gerrard y Heskey para multiplicar ocasiones al contragolpe y remontar el 1-0. Todos juntos consiguieron propinar a Alemania la peor derrota de su historial en su terreno.
El eje que formaron Nowotny, Ballack y Deisler confirió velocidad y claridad al juego alemán. Así, el cuadro de Voeller fue superior al de Eriksson en la primera parte. Pero su estructura se fue desvaneciendo con los tantos.
Las calles de Múnich y Francfort comenzaron a calentarse por la mañana. Antes del partido, el saldo de detenidos ascendía a más de 70, entre alemanes e ingleses. Unos hooligans ingleses arrojaron sillas contra los cristales de una cervecería muniquesa y desencadenaron disturbios que acabaron con diez personas heridas, dos de ellas policías, y diez detenidos. En Francfort la policía debió intervenir para desbaratar la encerrona que prepararon unos 450 hinchas alemanes, varios neonazis entre ellos, contra cerca de 150 ingleses.
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