En las declaraciones del arzobispo de Valladolid a propósito de Gescartera / Estafa, echo de menos que monseñor no considerara lo siguiente: al ser advertido a tiempo de que era objeto de un timo (hasta el punto de rescatar un buen puñado de millones), ¿no pasó por su mente el deber moral de advertirlo a los timados a su alcance, para que hicieran otro tanto; o a todos, mediante carta pastoral o declaración, previa a esta que comento?
Hubiera sido una demostración inequívoca de hasta qué punto, como prelado y pastor, vigila con desvelo su inocente rebaño...
Hago constar, ante el señor arzobispo y en general ante los lectores, un detalle, clave quizá para interpretar estas malévolas ocurrencias mías: yo - me sonroja declararlo, pero debo hacerlo en aras de la sinceridad- soy anticlerical. Es un padecimiento crónico y, a mi edad, definitivamente sin remedio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de septiembre de 2001