George W. Bush marcó, desde el baile inaugural de enero, el nuevo estilo de las galas en la Casa Blanca: esmoquin y botas vaqueras. En su primera cena de Estado, el miércoles, redondeó con su invitado Vicente Fox, presidente de México, los detalles que caracterizarán el lujo oficial durante su mandato: brindis con Seven Up, eclecticismo gastronómico (se sirvió helado con guindilla), una soprano cantando rancheras y exhibición de fuegos artificiales.
Laura Bush, la primera dama, había anunciado que la cena ofrecida a los Fox reflejaría un 'retorno a la elegancia' en la Casa Blanca. La esposa del presidente sugirió que las fiestas multitudinarias de los Clinton, caracterizadas por la abundante presencia de estrellas de Hollywood y periodistas, suponían una devaluación de la residencia. Para el gran retorno del chic republicano, variante tejana, se cuidó hasta el último detalle. 'Será un acontecimiento con clase', prometió Laura Bush, personalmente encargada del asunto.
Los invitados encajaron un menú que podría definirse como tex-mex elevado a la exquisitez y sólo aconsejable para estómagos jóvenes: cangrejo con chorizo pojole, filete de búfalo rebozado en semillas de calabaza y ensalada de tomates, con un gigantesco helado de coco y mango con salsa de guindilla y sabayón de tequila como remate. Se sirvieron vinos californianos, pero el presidente de Estados Unidos, que dejó de beber alcohol a los 40 años, optó por el Seven Up.
Tras la cena, la soprano Dawn Upshaw trasladó al terreno musical el eclecticismo del menú y ofreció un repertorio de rancheras, melancólicas canciones vaqueras y piezas de Cole Porter. La fiesta acabó con 20 minutos de fuegos artificiales, un espectáculo muy aplaudido por los 130 invitados, pero mal recibido por el vecindario: los cohetes estallaban sobre Adams Morgan, un barrio cercano a la Casa Blanca en el que reside una amplia colonia hispana generalmente obligada a madrugar. Ayer hubo bastantes protestas vecinales contra la pirotecnia de los Bush.
La lista de invitados incluía a figuras del espectáculo como el tenor español Plácido Domingo (casado con una mexicana) y a representantes del poder económico como el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, y político, como los líderes de las dos cámaras parlamentarias. Pero sólo se incluyó a un actor, Clint Eastwood, acérrimo republicano, y a un periodista, el director de la cadena Fox, la única que profesa una devoción sin límites hacia George W. Bush.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de septiembre de 2001