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VISTO / OÍDO

Rojos, fachas

'Facha', claro está, es un apócope de 'fascista'. Cosas nuestras. Ellos llamaban 'rojos' a los que estábamos en 'zona roja' y nosotros 'fachas' a los que querían destruir democracia y República, y lo consiguieron. Vargas Llosa, que fue un gran rojo, llamó en este periódico 'fascista' a Rafael Sánchez Mazas; mi viejo amigo y compañero Enrique de Aguinaga se queja, en carta a Abc, de ese calificativo. A veces hablamos él y yo sobre estos temas: yo estoy seguro de que él es también fascista, pero él no. Falange fue un equivalente de los fascismos europeos. En los otros, sobre todo en los matricios, los propulsores capitalistas y militaristas buscaron formas que pudieran dominar, y no lo consiguieron: fueron aprendices de brujo. Aquí, por el contrario, sí lo consiguieron: las diversas unificaciones -con las JONS, fascistas natas: con los carlistas, que entonces eran peores- y la idea de 'Movimiento Nacional' les destruyó. Se quedaron con la idea de la 'revolución pendiente'. Qué duda cabe que yo prefería a los falangistas, fascistas, que a monárquicos, clericales y militares africanos y a sus aliados fascistas europeos -Alemania, Portugal, Italia-; pero perdieron, no sin cargos o prebendas, los que más se asimilaron. Sánchez Mazas fue uno de ellos. Uno de los creadores de los ritos, de la prosa y el verso. Fue fascista.

Punto y aparte: fue un gran escritor. La Vida nueva de Pedrito de Andía me pareció deslumbrante, como su novela fascista Rosa Kruger. Dejó el idioma, la escritura, en su hijo Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama o Alfanhui), y algo más, una capacidad de aprendizaje, una acumulación de cultura, que hacen de él el escritor más libre que conozco en España. Cenaba a veces con Sánchez Mazas y Luis Calvo, en cuyo despacho de director de Abc nos encontrábamos.

Yo no considero que 'fascista' sea un insulto. No son responsables de los crímenes del fascismo mundial. Los comunistas no lo son de los crímenes de Stalin. No creo que lo fueran ni él, ni Giménez-Caballero, ni Pedro Laín, ni Dionisio Ridruejo, ni Víctor de la Serna, ni... Qué sé yo, tantos otros con los que tuve amistad, y bastante admiración. Estoy citando a algunos intelectuales, escritores de calidades diversas, pero acreditadas. Fascistas, claro. Como yo soy rojo. Y ateo, y antiespañol: lo que ellos nos llamaban, y yo asumo con gusto.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de septiembre de 2001