Se ha vertido todo tipo de información sobre la muerte y vida de Paco Rabal en los últimos días, siguiendo la lógica de la efímera actualidad, que presta máxima atención a una personalidad una vez desaparecida, hasta el punto de que ciertos programas y publicaciones se hacen eco de noticias relacionadas con la cultura y aledaños sólo en casos de fallecimiento. Post mórtem, vaya. Y, claro, contaminan una vida ejemplar con su hálito de putrefacción rosa. Sólo un periodista aficionado, de esos que no tienen más remedio que acosar a famosillos, puede tener la desvergüenza de anunciar a Lolita la muerte de su querido amigo con el único propósito de registrar su reacción, a la manera de aquellos reality shows que nunca pasan de moda. También resulta vergonzoso que esas imágenes se hayan emitido una y otra vez, como si el hecho de que existan obligara a su difusión, como si no pudieran detenerse en el filtro ético que se presume a los verdaderos profesionales.
En este caso, al igual que en los delitos, existen agravantes. Aquellos que tengan oportunidad de ver la grabación completa no pasarán por alto cómo la periodista en cuestión dice a Lolita, mientras la cantante permanece con el rostro hundido entre las manos: 'Lolita, perdona, ¿no lo sabías? No estamos grabando, no te preocupes'. Es fascinante la absoluta carencia de dignidad de la entrevistadora, lo que es capaz de hacer para conseguir una triste exclusiva. Yo, en su lugar, me preocuparía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de septiembre de 2001