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OPINIÓN DEL LECTOR

Fuegos y tonadilleras

La Sierra de Mijas ha ardido. Ha sido una desgracia de la que los mijeños saldremos adelante con la misma resignación que cuando se pierde un ser querido: el tiempo, aliado con la naturaleza, lo cura todo.

La noche del jueves 19 de julio quedará marcada en nuestra memoria, no sólo ya por el fuego que devoraba la sierra provocando el desalojo de docenas de viviendas y el desasosiego de miles de personas. Esa misma noche, mientras todo esto ocurría, los mijeños fuimos insultados por otra clase de fuego: los artificiales, también llamados pirotécnicos, que eran lanzados al cielo confundiendo su estruendo con el estupor de las miradas de los desplazados que nos encontrábamos en la Ciudad Deportiva de Las Lagunas, desde un restaurante próximo que se inauguraba en esos mismos momentos en el municipio vecino de Fuengirola por una tonadillera de cuyo nombre no quiero acordarme...

No se merece Mijas ese desprecio, ni los fuengiroleños ser anfitriones de tan insolidaria invitada.

Habría bastado con suspender los fuegos artificiales mientras Mijas ardía, habría bastado con un poco de discreción mientras los mijeños sufrían, habría bastado con un poco de sensibilidad y de respeto, un gesto. Inauguración sí, fuegos artificiales, ostentación, jubilo, en esos momentos, no.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de septiembre de 2001