La cuarta edición del festival Etnohelmántica arrancó el sábado en Salamanca con más de 10.000 personas congregadas en sus dos escenarios, las emblemáticas plazas Mayor y de Anaya. Abrieron el certamen, al pie de la catedral y con un sonido más tímido del que merecía la ocasión, las esplendorosas voces de la griega María Farantouri y la balear María del Mar Bonet, cantándole ambas a la Grecia sensual y lírica de Mikis Theodorakis. Pero las emociones fuertes llegarían ya bien entrada la noche, con la plaza Mayor transformada en hervidero humano y Mercedes Peón y la Oyster Band elevando ostensiblemente la temperatura.
La coruñesa Peón ha tardado en dar a sus directos la entidad y el cuerpo que merecía su muy intenso primer álbum¸ Isué, pero parece claro que la máquina empieza ya a funcionar. Dos jovencísimas voces de la Galicia profunda flanquean en el escenario a esta investigadora temperamental, un cruce de cánticos milenarios con el empaque de Sinead O'Connor, Björk y hasta Janis Joplin. Canta Mercedes y parece que brota fuego de sus entrañas. Parece mujer frágil, pero lo suyo es la bravura. Por detrás de ella panderetas furibundas, gaitas encabritadas, ácidos guitarrazos y hasta alguna concesión a la electrónica. A esto habrá que redefinirlo como rock atávico, y lo cierto es que el auditorio quedó como abrasado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de septiembre de 2001