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REPORTAJE

Los 'ferries' trasladan a los muertos

Otro edificio se derrumba en Nueva York mientras los barcos transportan los cadáveres al depósito

Los ferries de Nueva York navegaron durante toda la noche del martes y durante el día de ayer por el río Hudson para trasladar los cadáveres de la tragedia al Military Ocean Terminal en Bayonne, en el estado de Nueva Jersey, habilitado como tanatorio. Los terroristas habían matado a miles de personas, hombres, mujeres, niños y también el alma de Nueva York. Ayer, Nueva York ya se había desperezado, pero en las calles, en el centro de Manhattan, no se respiraba el estrés de la rutina pese a que se trató por todos los medios de construir una ficticia imagen de la normalidad. En el centro de la capital, no había ejecutivas caminando con zapatillas de deporte hacia el trabajo, los colegios permanecían cerrados y muchos comercios ni siquiera habían levantado sus persianas. Los integrantes de los servicios de rescate lloraban, tras sus mascarillas, a los muertos surgidos del vacío de cemento y cristales, y respiraban aliviados al encontrar personas con vida.Después del caos de la tragedia, del pánico colectivo en las calles y el terror mundial, llegó el silencio. Un silencio inhumano, jamás imaginable en una gran ciudad.

El duelo, el dolor aún amordazado de las víctimas, retrató una estampa desierta de Nueva York. En la Gran Manzana nadie paseaba cuando cayó la noche; los coches particulares y taxis de servicio se quedaron aparcados en sus garajes; los comercios permanecían cerrados a cal y canto y Broadway dejó sus espectáculos de ficción para otro día. Pero había una muestra evidente de que la escena no formaba parte de un filme: las luces de las grúas, generadores, ambulancias, vehículos de otros cuerpos de rescate y un impresionante despliegue policial en toda la zona baja de Manhattan.

The war zone, la zona de guerra, o The frozen zone, la zona congelada, la del espectáculo dantesco y el horror. "Es una carnicería inimaginable", lloraba un bombero ya fuera del cordón policial. "Es como el paisaje después de una batalla. Cuerpos mutilados tendidos en el suelo y mucha sangre. No puedo describirlo".

Las calles, nevadas de escombros sobre los muertos y los heridos que rescataron más tarde con vida; las Torres Gemelas, reducidas a amasijos de hierro, como los coches bomba tras una explosión, y los servicios de rescate sobrepasados por un trabajo que parece no tener fin. De madrugada se desplomaron los restos que quedaban de una de las torres. Horas antes había caído también el edificio One Liberty Plaza. La policía informó de que había tres bomberos heridos y riesgo de explosiones.

"No way, you can't get inside" (de ninguna manera, no puede pasar). "¿Y qué hago? ¿Vivo en la calle Leonard y mi mujer esta allí?" Los agentes del cuerpo de Nueva York y de otras zonas del Estado habían recibido la orden expresa de no dejar que nadie, absolutamente nadie, atravesara el cordón policial. Y siguieron al pie de la letra las instrucciones dadas por sus superiores en la esquina de la calle 34 con la 11 avenida: "Nadie que no sea de los equipos de rescate puede pasar. Si os dicen que son residentes, pedir que os enseñen su documento de identidad y desviarlos a los refugios". ¿Y que hacemos con la prensa?, preguntaba un policía. "Decirles lo que os dé la gana".

Cada policía se trasladó a su puesto, unos en coches del cuerpo, otros, en autobuses públicos habilitados para agentes y cuerpos de rescate. ¿Cómo hacer frente a una tragedia de semejantes dimensiones cuando el Centro de Emergencia ha desaparecido, cuando la coordinación está sepultada bajo las Torres Gemelas? Con refuerzos llegados de todas partes y una estudiada improvisación.

En el Chelsea Pier, un muelle reconvertido en centro comercial, las autoridades dispusieron un espacio para atender exclusivamente a los agentes y bomberos heridos en el ataque terrorista, cifrados en cientos. Y para centralizar la información sobre las víctimas. "Tratamos de recabar toda la información posible", confirmaba una voluntaria, "para enviar datos de los fallecidos a los hospitales y tratar de localizarlos". Nadie hablaba aún de cifras de muertos y heridos, sólo había espacio para la especulación.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de septiembre de 2001